El año 2008 no puede ser más inquietante para el país. Una nación que va de mal en peor con una crisis tras otra de manera creciente. La institucionalidad está en grave riesgo, la democracia en peligro, las instituciones a punto de desaparecer, el irrespeto y las agresiones a los derechos humanos son el pan de cada día, el sectarismo y el clientelismo político son el modus operandi diario.
El gobierno parece ubicado en un escenario de los años 80 más que en la realidad del siglo XXI. El lenguaje revolucionario, el populismo, las consignas anti imperialistas, el alineamiento retórico y las reivindicaciones pasadas de moda representan el comportamiento diario del Presidente Ortega. Su estrecha relación con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez no han significado para Nicaragua la cooperación esperada, muchos proyectos de apoyo solo han quedado en retórica y su cumplimiento aparece cada día más lejano toda vez que los precios del barril del petróleo han disminuido reduciendo cada vez más las posibilidades de ayuda venezolana.
No obstante el presidente Ortega mantiene su discurso similar a Chávez y se ha alineado claramente con la política exterior de Rusia que ha chocado repetidamente con la Unión Europea y los Estados Unidos. En términos políticos y en términos económicos no se sabe que Nicaragua obtenga dividendos de su relación incondicional con Rusia. Este resultado es igual a su relación con Irán.
En términos de cooperación la ayuda internacional a Nicaragua ha venido disminuyendo y el cierre de misiones diplomáticas europeas ya ha sido anunciado. La suspensión de la cuenta del milenio se une a otros anuncios de corte de ayuda externa como los de Suecia, Finlandia y Alemania. Mientras la Mesa de Cooperantes que reúne a todos los organismos de cooperación externa con Nicaragua amenaza con la suspensión de ayuda como resultado de la ausencia de democracia. El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo tienen como su principal socio a los Estados Unidos y no se descarta que puedan suspender sus programas de ayuda como resultado de decisiones del Departamento de Estado.
La situación interna del país es tan volátil que los cuatro Poderes del Estado están enfrentados dos a dos. El Ejecutivo y el Electoral por un lado defendiendo a capa y espada los resultados electorales municipales y la Asamblea Nacional paralizada y la Corte Suprema de Justicia que ya empieza a engendrar otra crisis al insinuar los magistrados liberales que apoyaran las medidas que adopte la Asamblea, por otro.
La economía del país sin sustento externo puede quedar al garete llevando a la pobreza y la miseria a más familias y profundizando la gravedad a los que ya la padecen.
Las elecciones municipales y su monumental fraude han sacado a luz pública todas las contradicciones políticas, económicas y sociales de la sociedad nicaragüense amenazando con una lucha confortativa que tendría consecuencias inimaginables.
Aunque el fraude electoral parece ser la gota que derramó el vaso lo cierto es que desde su primer año de gobierno Ortega acusó sus intenciones de darle un giro autoritario a su régimen y esto se agudizó en el año 2008 con el cierre de los espacios políticos, la intolerancia, el irrespeto a los derechos humanos, el ataque a los medios de comunicación independientes, a los organismos no gubernamentales, a la confusión Estado-Partido, a la concentración de poder de la familia gobernante y a la intención no declarada del gobierno de controlar de manera directa al Ejército y la Policía.
Está claro a estas alturas que Ortega y su partido están desarrollando un modelo político totalitario y que su interés es buscar a toda costa la reelección de Ortega y/o que su esposa sea su sucesora estableciendo una dictadura de corte familiar. Este esquema totalmente desfasado cuenta con el rechazo de las grandes mayorías y el temor generalizado es que el fraude electoral sea la antesala de otras maniobras políticas que conlleven a Ortega y su familia entronizarse en el poder sacrificando el modelo democrático. El cálculo de Ortega de que la comunidad internacional abandonará a Nicaragua y que encontrará apoyo económico para su modelo político en sus amigos de Venezuela, Rusia e Irán, parece ajustarse a su óptica.
La Unión Europea y los Estados Unidos, no deberían caer en la trampa y no deberían aislar a Nicaragua y condenarla a su propia suerte. La presión económica a cambio de la democracia parece ser el camino correcto. Por mucho que Ortega lo diga lo cierto es que sin ayuda externa para superar el déficit presupuestario y la ejecución de muchos programas sociales, el país quedaría a la deriva y a la larga el pueblo nicaragüense puede pasarle la factura.
Una opción puede ser que Ortega y su partido acepten la realización de un diálogo nacional con la participación de las principales fuerzas económicas, políticas y sociales. Un aislamiento político internacional a Nicaragua y una especie de embargo económico no declarado pueden ser atractivos para algunos pero para otros puede significar el agravamiento de la crisis y encender una mecha que puede incendiar Centroamérica con relativa rapidez.