Dos extremos: Hugo Chávez y Álvaro Uribe representan los dos polos ideológicos opuestos en Sudamérica. El primero es el gobierno más pro-Cuba y el segundo el más pro-Bush del subcontinente. Ambos lideran a las únicas dos repúblicas sudamericanas que no tuvieron dictaduras militares en los setentas, pero también a los únicos regímenes de presidencialismo fuerte y reeleccionista que han logrado o quieren lograr más de dos mandatos.
Ambos han confrontado serias oposiciones militares. Chávez depuso a un golpe en el 2002 que le quiso derrocar y acusó a Bogotá de haberlo animado. Uribe, en cambio, no enfrenta a un cuartelazo auspiciado por vecinos, sino a una guerrilla longeva que dura seis décadas y que él acusa a Ecuador y Venezuela de haberle brindado manija.
Uribe es el paladín de impulsar Tratados de Libre Comercio en un subcontinente que, a excepción de Perú y Chile, prefiere evitar ello para dar paso a un modelo más proteccionista o de integración regional. Chávez es el artífice del ALBA, al cual ve como un acuerdo donde los países latinos truequen con más equidad y quizás coordinen política y militarmente ante EEUU.
Uribe es el principal promotor de una economía monetarista, abierta y privatizante, mientras que Chávez es quien ha venido empujando a la región a distanciarse de tanta liberalización económica e ir hacia políticas más de corte estatistas, nacionalizantes o de querer redistribuir la riqueza.
Una relación de amor-odio
Ambos constantemente se amistan y pelean. La cuestión de las FARC les ha llevado a fuertes crisis. En el 2005 Caracas y Bogotá casi rompen relaciones a raíz de la incursión colombiana en Venezuela para capturar al líder Rodrigo Granda de las FARC. Después vino una reconciliación en la cual se hablaba de hacer obras comunes como el ducto trans-guajiro.
Este marzo nuevamente las relaciones casi se rompen a raíz del bombardeo colombiano sobre territorio ecuatoriano que condujo a la muerte del canciller Raúl Reyes de las FARC. Chávez movilizó 10 batallones a la frontera con su vecino occidental y habló de romper relaciones diplomáticas y comerciales con Colombia o nacionalizar a los empresarios que operan en su país.
Empero, Uribe se negó a responder movilizando sus tropas ante sus vecinos y luego Chávez instó a Ortega y Correa a saludarlo en una cumbre internacional.
En un momento la tensión fue muy fuerte. Uribe advirtió a su homólogo llanero que lo denunciaría ante la corte internacional por crímenes de patrocinio al terrorismo y mostraba tener laptops donde supuestamente se revelaba que Caracas financiaba o protegía a las FARC. Chávez le retrucó que el presidente colombiano era un mentiroso, un mafioso peor que Al Capone, narco y lacayo del imperio.
El tono se fue bajando a raíz que Chávez dio un giro ante las FARC. A inicios del año propuso reconocer a éstas como ‘fuerzas beligerantes’ pero tras la muerte de tres de sus siete secretarios (incluyendo a su líder Tirofijo y a su canciller Reyes) y el ascenso de la popularidad interna de Uribe, él viró llamando a las FARC a que desistieran de la lucha armada tildándola de obsoleta y que liberaran a todos los 700 rehenes que tienen de manera incondicional y ‘a cambio de nada’.
La liberación de Betancourt
Apenas Chávez hizo este último planteo y el resto de gobiernos izquierdistas de la región marcase más distancias ante las FARC se produjo el repentino rescate de Ingrid Betancourt.
La versión oficial aduce un extraordinario trabajo de inteligencia en el cual la guerrilla más experimentada y curtida del hemisferio fue burlada olímpicamente y perdió sus joyas de la corona (su principal rehén y los únicos prisioneros norteamericanos que tenía) sin disparar un tiro (algo opuesto a lo que pasó cuando el ejército antes falló al querer rescatar a 11 diputados y antes a una ex ministra).
A horas de producirse dicho rescate y en medio de la euforia por ello explicamos que debería haber coas más profundas. Desde un primero alertamos que podría haber una crisis en las FARC o que sectores de ésta tal vez por voluntad propio o por ligazón con gobiernos izquierdistas opuestos a seguir con la vía armada hubiesen llegado a un acuerdo.
También mostramos que la visita de John McCain a Colombia en ese preciso momento no podía ser tan casualidad. Luego él ha reconocido que él supo de la operación antes de que ésta se realizase. El grado de participación de EEUU (y también de Israel) es algo que aún falta por esclarecer, pero es un hecho que Bush ha querido valerse de dicho golpe a las FARC para también indirectamente golpear a los demócratas y a su candidato Obama mostrando que el mejor camino para enfrentarse a los ‘terroristas’ es con mano dura y no con actitudes dialogantes (como las que el abogado afroamericano quiere tener ante Venezuela, Cuba e Irán).
Extraña a muchos que dicho operativo coincidiese también con el hecho que ello sucediese justo cuando Uribe confrontaba una crisis con el poder judicial (quien le acusa de haber comprado votos, haber sido re-electo ilegalmente o que un quinto de sus congresistas esté ligado a los paramilitares) y él iniciase su prédica en pro de una nueva elección.
Luego vinieron denuncias de dos importantes medios francófonos que afirmaban que hubo una millonaria compra de algunos líderes de las FARC y más de una semana apareció un comunicado de las FARC donde caracterizaban al incidente no como un rescate sino como una fuga producida gracias a dos traidores de su seno.
La visita de Uribe a Venezuela ha generado una hostilidad de muchos sectores de izquierda que piden su expulsión y que se han distanciado de Chávez. No sería de extrañar que algunas voces dentro de este campo empiecen a conjeturar acerca de una posible influencia de círculos oficiales venezolanos en sectores de las FARC proclives a su línea de liberar a todos los rehenes.
Garrote y zanahoria ante las FARC
La reconciliación entre los presidentes de Colombia y Venezuela se ha hecho mostrando la importancia del comercio entre ambos (el segundo tras el que hay con EEUU), el mismo que bordea los $US 6,000 millones. También se plantea una nueva obra internacional; un ferrocarril que uniría Venezuela con el océano Pacífico y que podría extenderse hacia el cono sur o hacia Centroamérica.
Empero, entre ambos debe haber habido alguna negociación en torno a las FARC, la misma que no se mostrará tanto al público.
Ambos gobernantes quisieran ir hacia el desarme de la guerrilla más antigua de Occidente. Empero, Uribe busca humillarlos y aplastarlos para consolidar a un modelo económico que de seguridad e incentivos al capital privado. Chávez, en cambio, quisiera que las FARC se legalicen pero sin haber sido derrotadas y para poder convertirse en una fuerza electoral de izquierda democratizante (o en parte de ésta) como ha pasado con quienes antes fueron tildados como terroristas en América Central o África del Sur.
Ambos coordinarán hace runa suerte de tándem. Uribe es el garrote y Chávez es la zanahoria. No obstante, los fines que tienen Caracas y Bogotá no son los mismos. Uribe quisiera repetir el camino peruano para que la derrota de la subversión sea dura y permita un ciclo histórico de gobiernos pro-TLC. Chávez, por el contrario, quiere una salida que implique concesiones sociales y políticas a la guerrilla a fin de abrir las posibilidades para que Colombia deje de ser el peñón derechista sudamericano y de paso a un ulterior gobierno de centroizquierda.
Mientras tanto la actual reconciliación entre estos dos conflictivos vecinos volverá a tener sus crisis. Por el momento a ambos les conviene a ambos por razones internas e internacionales. Si hoy ambos buscan el abrazo para mejorar sus puntajes en miras a elecciones (las nuevas presidenciales en Colombia y las regionales de noviembre en Venezuela), estos mismos comicios podrían ayudar a que ambos utilicen el nacionalismo y el peligro del vecino para re-lanzarse.
Nuevamente las FARC podrían ser otra causa de una crisis y éstas, a despecho de muchos observadores y si bien podrá estar en crisis, aún tiene muchas tradiciones, bases y militantes y puede querer seguir concitando nuevos problemas en la diplomacia continental.