En Nicaragua los elefantes pertenecen al reino de la política nicaragüense. No tienen memoria y rápidamente pretenden olvidarse de la historia, que a veces se porta como una mujer liviana capaz de arruinar en cualquier momento matrimonios monolíticos.
Quiero aclarar que no me mueve ningún interés político ni institucional escribir este artículo. Sólo quiero ser fiel a la historia y a la verdad, a veces empañada o difuminada en los espejos mediáticos que se han convertido en los modernos gurús de la política mundial. No tengo nada que perder. Es más, tengo la obligación como periodista de dar claridad a los espacios oscuros. No hay nada más engañoso que mirarse en un espejo. Pero es más grave aún pretender olvidar la historia.
Quiero referirme a la última decisión del Consejo Supremo Electoral (CSE) de cancelar definitivamente la personalidad jurídica del Partido Conservador (PC) y del Movimiento Renovador Sandinista (MRS).
Es inaudito, pero nadie, ni los Medios de Comunicación, tan rigurosos en sus análisis, quieren acordarse de la decisión adoptada por el CSE meses antes de las elecciones de 1996, de eliminar de la contienda electoral a cuatro candidatos presidenciales de leva: Antonio Lacayo, del partido Proyecto Nacional; Haroldo Montealegre, del Partido de Unidad Liberal; Edén Pastora, del Partido Nacional Demócrata y Alvaro Robelo, del partido Arriba Nicaragua. En ese entonces, el CSE presidido por la doctora Rosa Marina Zelaya, destacada militante del Movimiento Renovador Sandinista, decidió inhibir a estos candidatos alegando que no cumplían con los requisitos que establecía la Constitución Política. Recuerdo que como editor del desaparecido diario La Tribuna, me tocó vivir en carne propia la consecuencia de esta decisión: Montealegre, quien también era el propietario de La Tribuna, despotricó contra la decisión electoral con un titular a ocho columnas parecido a los que usaron los actuales diarios nacionales, y ordenó una campaña sistemática contra la institución electoral. Esa noche, sin tener vela en ese entierro, tuve que esperar el desahogo de mi jefe, expresado en un editorial sin pies ni cabeza, pero con muchas vísceras. Ahí me di cuenta que también en el periodismo se cuecen habas.
Edén Pastora aprovechó su histrionismo para ponerse en huelga de hambre y convertirse en actor de cine. Álvaro Robelo exhibió su talante miliciano y si hubiera encontrado a Zelaya en la calle la hubiera retado a un duelo. Pero esto no paró allí. También Zelaya, aprovechando sus facultades administrativas, privilegió a los miembros del MRS en los órganos departamentales y municipales del CSE, otorgándoles una representatividad exagerada. Y al observar que su partido no estaba siendo favorecido por los votos necesarios el día de la elección, reformó sorpresivamente la ley en una sesión de magistrados, inaudita presdigitación política- electoral, para permitir que su consorte, Jorge Samper, del MRS, se convirtiera por obra y gracia de su ingeniosa esposa en el único diputado de ese partido. No hay duda de que Zelaya es una maga tercermundista. En esa oportunidad solo la periodista Xiomara Chamorro se interesó en investigar la fórmula algebraica que hiciera el milagro de que su marido saliera electo con los cocientes o descartes electorales.
Algunos Medios, como suele suceder, centraron sus baterías en las consecuencias políticas y se hicieron de la vista gorda de las maniobras de Zelaya. Ahora ella misma, con ayuda de algunos periodistas y editores, se ha convertido en una analista política y electoral, pese al haber salido reprobada en su gestión al frente del CSE. Ya nadie pretende acordarse de sus arbitrariedades, pero como dice un poeta, su pecado sigue estando delante de ella.
Doce años después de estos sucesos, los Medios de Comunicación están alarmados por la cancelación de la personalidad jurídica del PC y el MRS. La historia se repite, pero esta vez, con dos partidos que no lograron nunca crecer como verdaderas instituciones de derecho público. En realidad, ¿quién resucitó a estos partidos? No fue el CSE quien lo hizo. Fue la Corte Suprema de Justicia, que en una sentencia humanista, revivió estos cadáveres políticos, devolviéndoles la marca y la patente para que se insertaran en el mercado electoral. Sin embargo, estos partidos, producto de sus sempiternas pugnas intestinas, nunca terminaron de organizarse para poder captar los votos necesarios que los mantuvieran en la palestra política. Una prueba de esto es que en el año 2006, el PC tuvo que ir en alianzas, por carecer de sólidas estructuras, y el MRS obtuvo 200 mil votos de un padrón de tres millones doscientos mil electorales. Ahora dicen que son populares y divinos, y algunos Medios hasta les fabrican apologías y elogios. Sin embargo, la verdad se sabe el día de las elecciones. El partido que no tiene electores, tiene sus días contados. Y esto no es culpa ni del CSE ni del sistema, sino de los partidos.
Pero, afortunadamente, la historia no se puede olvidar. Está allí, presente, como un fantasma que se va y retorna. Es como la muerte. Por más que la burlemos, seremos presa de ella. Nadie puede alegar amnesia u olvido. Menos la clase política, aunque ésta a veces pretenda tener memoria de elefante. Alguien dijo una vez que el que no tiene memoria no tiene pasado ni futuro. Por eso siempre es bueno acercarse al espejo y entrar en él. Es una forma de conocer las entrañas de la historia.
*El Autor de este escrito es Director de Relaciones Públicas del Consejo Supremo Electoral.