El recuerdo de aquel encuentro con Elizabet durante su embarazo, donde la criatura "saltó de alegría en su vientre" y donde Elizabet fue "llena del Espíritu Santo", estaría muy presente en su mente. Es probable que Jesús y Juan vivieron juntos hasta que el uno se retiró a la vida en el desierto. Lucas como un historiador minucioso tuvo que haber oído hablar de ese otro niño extraordinario.
Seguro que le hubiese gustado entrevistar a la madre del "hombre del desierto", pero para esa fecha Elizabet tuvo que haber muerto debido a la edad en que concibió a Juan. Sin embargo, y como quiera que sea, Lucas tuvo la información necesaria, y la misma María pudo haber sido la mejor fuente para presentarnos la singularidad del hombre de quien Dios dijo: "He aquí yo envío mi mensajero delante de su faz.." (Mr. 1:2) Tan importante fue para Lucas la introducción de Juan el Bautista en el escenario de la salvación, que ofrece datos exactos con relación a los personajes que estaban haciendo la historia para ese tiempo y con ello dejar claro que esto no fue un invento; que hay un marco de referencia en el gran programa de Dios para la salvación de la humanidad. A Lucas tuvo que haberle cautivado la personalidad del hombre que vino a introducir a Cristo, y a quien este calificó como "el cordero que quita el pecado del mundo". A lo mejor no era tanto por la vestimenta que tenía o la clase de alimentos que comía, pues no habla de ellos en su libro, pero si por el coraje, el ímpetu y el llamado que hace a los hombres para un verdadero arrepentimiento. Juan el Bautista salió del desierto y fue "por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados" v. 3. La predicación de este hombre -como si se tratara del mismo fuego del desierto- desafiaba a los hombres a tener una crisis consigo mismo; a tener un quebrantamiento del espíritu y a dar verdaderas evidencias de un cambio profundo como consecuencia de un arrepentido sincero. ¡Cómo necesitamos de este mensaje hoy día! Pero me temo que el arrepentimiento que predicó el Bautista está ausente de muchos púlpitos modernos. Pareciera más fácil predicar mensajes donde todos estén contentos, pero que no se toquen las actitudes y comportamientos personales. Ya es sabido de congregaciones donde la palabra arrepentimiento suena extraña y ha venido quedando en desuso. Sin embargo, ningún tiempo había sido tan necesario este tema y tan pertinente que en la presente generación. Si Juan llamó a su gente "¡Oh generación de víboras!", y entiéndase que la mayoría de ellos eran religiosos, ¿cuál sería el mensaje que él predicaría a la presente generación? Hablemos de ese tema hoy. Dejemos que la vida de Juan nos cautive hasta imitarlo.
ORACIÓN DE TRANSICIÓN:
Consideremos el arrepentimiento bajo la perspectiva del más grande de los profetas.
El arrepentimiento fue una de las primeras frases con la que comenzaron el ministerio Juan el Bautista y nuestro Señor Jesucristo.
"Arrepentíos y convertíos porque el reino de los cielos se ha acercado", fue el grito que se oyó desde el desierto y fue la voz que se oyó en las calles de Jerusalén. Y es este el mensaje que más debe seguir oyéndose en este tiempo.
Es a través del arrepentimiento que vienen los cambios sinceros a la vida cristiana.
El arrepentimiento no sólo es un cambio en la manera de pensar pero sí en la manera de actuar. Podemos estar convencidos que lo que estamos haciendo está mal, y hasta llorar y compungirmos por ello, pero hasta que no haya un cambio en mi voluntad, mi condición seguirá igual. Eso fue lo que Juan predicó.
Eso fue lo que Jesús enseñó en sus bienaventuranzas. Vengamos al Señor totalmente arrepentidos para que él haga los cambios que tanto anhelamos en nuestras vidas. ¡Hagámoslo hoy! Amén. |