En la década de los ochenta Nicaragua fue un paraíso para miles de internacionalistas que originarios de la Europa Oriental, del movimiento Vasco en España, Cuba o de las izquierdas sudamericanas, encontraron aquí privilegios que estaban muy por encima de aquellos que debíamos tener los nacionales.
Para terroristas como Alexxio Cassimirri, que fue parte de las Brigadas Rojas que asesinó al ex-primer ministro Italiano Aldo Moro; para estafadores internacionales como Raúl Vezco; para prominentes capos del narcotráfico como Pablo Escobar Gaviria, que eran buscados por la INTERPOL o la DEA, Nicaragua era un santuario perfecto donde los camaradas y socios de la causa y del cartel, los sobreprotegían escondiéndolos en mansiones a las que denominaban casas de protocolo y a los que les asignan protección personal de la policía sandinista de entonces.
Muchos de esos internacionalistas llegaron aquí bajo el disfraz “filantrópico” de la solidaridad y aquellos que los apadrinaban decían que esos visitantes “ilustres” eran profesores y francamente tenían razón porque enseñaron a manejar cañones, helicópteros MI-24, katuikas, tanques o cualquier artefacto de muerte que al final pulverizaron la humanidad de miles y miles de nicaragüenses.
Todos esos internacionalistas -léase terroristas- que vinieron tocando guitarra y canciones de paz y amor, terminaron desbaratándonos el cuerpo a balazos y nos desplazaron de nuestros trabajos, nos desalojaron y quitaron nuestras casas, se quedaron con nuestras empresas, nos invadieron las fincas y haciendas y para rematar hasta se fueron arriba con nuestras mujeres.
Nicaragua era entonces una nación problema en el contexto de la seguridad de otros países. Desde aquí por ejemplo la alta alcurnia del Frente Farabundo Martí tenía su base de operaciones y los buzones de armas que fueron detectados eran tan gigantescos como aquel de Santa Rosa en el que se encontraron cualquier cantidad de pasaportes falsificados que establecieron vínculos con el primer intento por volar las torres gemelas de New Cork. Desde aquí se alimentaba la guerra en El Salvador; al FPL de Guatemala; y a los Cinchoneros en Honduras disfrazados de morazánicos; a los Tupac Amaru de Peru; a las FARC de Marulanda, “Tiro Fijo” en Colombia; al MIR de Chile y al Partido Comunista de Costa Rica.
Toda esa locura trajo el descrédito para Nicaragua y mientras para adentro no había gobierno y para afuera la predisposición de figurar en todo foro que representara lanzar ataques contra el imperialismo norteamericano -no así el soviético- era la prioridad de la dictadura, en nuestro país un montón de vividores y terroristas, a los que había que mantener, nos endeudaron a más no poder porque la infraestructura requerida para el manejo de las acciones criminales contra sus objetivos en sus países era simple y llanamente monstruosa.
Aquí sin embargo el ciudadano común y corriente, encontraste con los amos extranjeros, y millonario con aquellos billetitos de monopolio, tenía que hacer enormes filas para conseguir las migajas que los CDS daban. No obstante los terroristas llenaban su alacena desde la comodidad suntuosa y abundante de las “Tiendas Diplomáticas” donde como decía Orson Owell solo entraban aquellos “chanchos” que eran más iguales que otros.
Hoy en esta Nicaragua del 2008 los absurdos del pasado están reeditándose. Otra vez nuestro país comienza a ser el santuario de terroristas y no solo están llegando por montón sino que en un acto extremo de “amor y solidaridad” hasta mandan aviones a traerlos, los exhiben en plaza pública, les otorgan asilo político, les dan residencia y como si fuera poco en trámites expeditos e irregulares hasta les dan ciudadanía y cédula de identidad para que puedan votar en las próximas elecciones lo que por supuesto no es privilegio para los miles y miles de nicaragüenses que no podrán votar en las próximas elecciones del 9 de Noviembre.
Traigo esto a colación porque el Diario La Prensa presentó la prueba en primera plana de que el Consejo Supremo Electoral otorgó cédula a un prominente miembro de las FARC de Colombia a través de un trámite expedito e irregular. A este asunto hay que darle seguimiento pero deberíamos preguntar cuantos más de estos narcoterroristas son nicaragüenses? Que cantidad de extranjeros están incidiendo en un proceso que solo los nacionales debemos decidir? Quien responde a los comentarios, cada vez más generalizados, de que los llamados “comandos chavistas” venezolanos llegaron y están diseminados por todo el país para fraguar un fraude que según percibe la ciudadanía parece estar consumado y que de ser así Dios salve a Nicaragua porque no sabemos en que puede desembocar.