Las vertientes paraguayas del realismo mágico latinoamericano, tuvieron las más paradójicas expresiones durante la dictadura anticomunista de Alfredo Stroessner.
Mientras no podían ingresar al Paraguay el escritor Augusto Roa Bastos o el laureado músico comunista José Asunción Flores, el país abría sus puertas al "ángel de la muerte" de Auschwitz Joseph Mengele, Ante Pavelic, Dan Mitrione, Licio Gelly, Norberto Imbelloni, Eugenio Berríos o Auguste Ricord.
Otros asilados "ilustres" de entonces serían los delincuentes internacionales Pierre Travers, Alexander Barton, José y Gerardo Vianini. El oficio de "inversionistas", el más influyente en países que adoptan la mendicidad como política internacional y filosofía nacional, propiciaría escandalosas estafas contra el pueblo paraguayo como la perpetrada por los norteamericanos Philippe de Bourbon y Marcel Degraye a través del negociado de REPSA.
Era normal ver a los potentados del régimen circular por las calles de la capital en suntuosos automóviles europeos de lujo: Rolls, Mercedes Benz, BMW, en tanto los humildes se desplazaban a su lado en carros tirados por bueyes.
La desnutrición infantil estaba en los más bajos niveles de América Latina, pero el país tenía el nivel más alto de consumo de Whisky escocés per cápita en la región. Los índices de Salud pública eran los peores del planeta, pero una élite que ni Mosca ni Pareto jamás imaginaron acudía a recibir tratamiento médico en los mejores centros cardiológicos de Houston, Texas, o en la clínica Mayo de Rochester.
Al parecer, la tradición no morirá con el obispo de los pobres y héroe de la izquierda latinoamericana (además de sobrino del agente de la CIA Epifanio Méndez y pariente de directivos de USAID), el clérigo Fernando Lugo.
Apartado del drama de los hambrientos sintierras, que en su desesperación amenazan al país con una guerra civil, el obispo se prepara para participar de un grotesco derroche de recursos en un asado organizado por el ex animador de los cumpleaños de Stroessner, Humberto Rubín.
En una muestra de falta de conciencia social, un grupo de privilegiados del régimen estronista identificados con la embajada norteamericana, encabezado por Rubín, se prepara para batir el record Guiness mundial de carne asada, en las narices de los sintierras, como una bofetada al cruel drama campesino.
El despliegue de suntuosidad y opulencia de estos personajes coincide con la mentalidad de los miembros del equipo económico en el nuevo gobierno han sido seleccionados entre los tecnócratas de cerebro lavado en el norte, como el agente del FMI Dionisio Borda, nominado entre el aplauso del empresariado y del embajador norteamericano James Cason.
La mayoría de los aportantes de carne para el susodicho asado son los subalternos de Monsanto en Paraguay, traficantes de transgénicos de origen brasileño, quienes pretenden que los campesinos deben aplaudirlos por haber traído "el progreso" a su infortunado país, aunque haya sido a costa de dejarlos como parias en su propia tierra.
Asado en medio de la guerra civil
La empresa Monsanto, que ahora amenaza al Paraguay con precipitar una guerra civil, ya tiene acopiado un prontuario de infamias y agresiones a la población rural de estas latitudes.
A fines de 1998, una letal descarga de semillas vencidas tratadas con agrotóxicos peligrosos y una bacteria genéticamente fue arrojada sobre una ignota población rural, ocasionando muertes y graves trastornos a una población pobre y analfabeta. Los responsables eran burócratas de la Delta and Pine Land Company, que se acababa de fusionar con Monsanto.
Estos benefactores de la ciencia y luchadores contra el hambre en el mundo jamás se hicieron cargo del asunto, y los "chicos buenos" de las ONGs como Alter Vida se desentendieron del asunto, alegando que carecían de fondos para asistir a los afectados.
Es probable que estaban ahorrando para su promoción política a través del obispo asesino de pobres, con cuya candidatura al fin accedieron al escuálido presupuesto público del miserable Paraguay, y podrán meter mano en el erario público con tanta discreción como lo hicieron en las cuentas de USAID y otros benefactores imperialistas.
Hoy se aprestan nada menos que a promover el estallido de una conflagración de clases, entre campesinos hambrientos y desesperados y personeros de la transancional, tal como la Standard Oil company encendió en 1932 la chispa para generar una guerra entre Paraguay y Bolivia, por el petróleo del subsuelo del Chaco.
Bajo las botas de tiranuelos subalternos de la CIA
Desgraciadamente para el Paraguay, país del cual el infortunio parece haberse enamorado, el gobierno está constituido por una asamblea de déspotas y tiranuelos, bon vivants y malversadores de donaciones a ONGs, que para colmo responden a embajadas extranjeras. Esto sólo hace que la tiranía sea aún más insoportable, porque como alguna vez dijo Napoleón Bonaparte, la peor tiranía es la de los subalternos.
No está demás mencionar que las ONGs en sus caballerescos comunicados tecnicistas, bien depurados para no ofender a nadie y mucho menos a la embajada norteamericana, jamás mencionan en forma explícita el meollo del asunto.
Tanto Monsanto como estas ONGs son gerenciadas de sde Washington, por lo que cabe hacer por enésima vez la pregunta: ¿vendrá el remedio del mismo lugar y por la misma vía por donde ha venido la enfermedad?
Dijo Voltaire que la tiranía de uno solo es preferible a la de muchos; dado que un déspota tiene siempre algunos momentos buenos; en cambio una asamblea de déspotas no los tiene jamás. El pensador expresó su opinión, obviamente, lejos del surrealismo paraguayo de la idílica república burguesa del obispo de los pobres, en la Francia del siglo XVII.
Si hubiera vivido en el presente, y en el Paraguay, tal vez hubiera podido participar del asado que los amigos del obispo se aprestan a celebrar, para batir un récord mundial de consumo de carne, en medio del cruel drama de los Sin Tierras y la guerra civil con que amenaza Monsanto.