Tras la huella dejada por el 2009, con un aluvión de decepciones como la reciente Conferencia del Clima de Copenhague, que para nada pone a salvo la seguridad alimentaria y el acceso al agua, consecuencia de la falta de solidaridad con las personas afectadas por la pobreza. No en vano, se estima que, por causa de la crisis financiera y económica mundial, hasta cien millones de personas podrían haber quedado sumidas en la pobreza este año. La falta de puestos de trabajo, la exclusión de los pobres, todavía sin voz en el publicitado desarrollo equitativo, accesible y sostenible, junto a la inseguridad ciudadana en un mundo salvaje, con una recesión humana superior a la económica, todo ello nos deja con más temor que esperanza. La cuestión no es fácil, hay que agudizar el ingenio de norte a sur, de este a oeste, despojarse de caprichos y altanerías, actuar con transparencia y humanidad. Los occidentales deberán darle un corte de mangas a la sociedad consumista, de una vez por todas. Los orientales frenar sus posiciones virulentas y entrar en diálogo. Los países menos adelantados deberían dar prioridad a la inversión agrícola, a las infraestructuras, a la armonización de políticas integradoras. En cualquier caso, el respeto por la dignidad y por la libertad de toda persona debe ser la fuerza motora de todo desarrollo. Todas las naciones deben tenerlo muy claro y deben cooperar para que así sea.
Hay que comenzar a diseñar otro mundo posible. Obama, el mandatario del país más poderoso del planeta, encendió la llama esperanzadora desde el mismo momento que llegó a la Casa Blanca con el mandato de emprender el cambio. Tanto es así, que se le otorgó el Nobel de la Paz, quizás pensando que la esperanza misma activa el optimismo para que el viento de las ilusiones se engarce al mundo. Sin ilusión, desde luego, es imposible avivar ninguna transformación y seguir manteniendo la paz. Creo que la humanidad necesita líderes, sobre todo éticos, para poder ejemplarizar y hacer valer el valor de la vida y de las personas, propiciando con su coherencia operaciones justas y efectivas. A veces el componente militar de intervención no lo es todo. Hay que ir más allá en la búsqueda de la contrariedad. En este sentido, considero un acierto que Naciones Unidas incluya, a la hora de intervenir en una contienda, administradores y economistas, agentes de policía y expertos jurídicos, personal de remoción de minas y observadores electorales, observadores de derechos humanos y especialistas en asuntos civiles y gobernanza, trabajadores de asistencia humanitaria y expertos en comunicaciones e información pública. Una guerra no se gana sólo con artefactos. En ocasiones la amistad comienza con una mano tendida. Sinceramente pienso, que la paz espiga, más que teniéndola en los labios o en fotos de salón, en la creencia de los dirigentes por la conciliación, no escatimando esfuerzos por hallar acuerdos, por fomentar pactos y alianzas, que nos armonicen.
Afanarse en promover la paz, y los mejores augurios para 2010, es tan honesto como preciso, pero exige primordialmente la unión de todos con todos, vínculo que germina de la autosatisfacción de cada ser humano. Aquellos que trabajan por la justicia sin condiciones, son los auténticos obreros de lo armónico. Ciertamente, servidor prefiere los productores de honradez a los productores de armamento. Para ello, es verdad que precisamos una honda renovación humanística, donde cada persona pueda sentirse libre y responsable por si misma, y pueda redescubrir la inmensidad de lo que es y representa. Las diversas atmósferas de crisis, que no son las mismas en unos países que en otros, sin embargo si tienen un denominador común: la inmoralidad de las personas, el atropello de los prepotentes, la arbitrariedad de poderes corruptos, la sinrazón de los adoctrinadores, la coacción de los pudientes. Esta climatología guerrera, causada por las acciones del ser humano, requiere un cambio de itinerario más generosos, más desprendido, más de persona a persona.
Dicho lo anterior, me parece oportuno que en el 2010, celebremos el Año Internacional de la Diversidad Biológica y también el del Acercamiento de las Culturas. Nos viene a pedir de corazón. La diversidad biológica es vida y el acercamiento de las culturas es humanidad, el haz y el envés que nos sustenta. Por consiguiente, ser actores de la conmemoración en primera persona, conocer la pluralidad de pensamientos y reconocernos como parte integradora, sería un gran avance para la ansiada evolución. Hay que comprometerse con la vida, con toda vida, liberarse de ataduras y cultivar el respeto como señal de ciudadanía. No hay porque renunciar a la libertad de ser cada uno como es, para que surja el entendimiento, si en verdad utilizamos abecedarios en coherencia entre lo que se dice y hace. ¿Qué otro libro se puede estudiar mejor que el de la humanidad y el de las culturas? Gandhi nos puso en el camino de la convicción, cuando dijo: “no debemos perder la fe en la humanidad que es como el océano: no se ensucia porque algunas de sus gotas estén sucias”. La regeneración es posible, entre todos busquemos la respuesta a quiénes somos y por qué vivimos, y seguramente se nos resuelven todos los problemas. Lo vital es no dejar de hacerse preguntas y de compartir respuestas, porque el ser humano no es un personaje de tragedia, sino de amor. Cierren, pues, todas las fábricas de armas.
corcoba@telefonica.net