El pueblo hondureño ha demostrado al mundo su convicción democrática al acudir a las urnas electorales y elegir a un gobernante, tal y como, lo establece la constitución de la república hondureña, inspirada en la aspiración de que el gobierno es del pueblo y para el pueblo. Este compromiso por la democracia expresado por dos millones y medio de hondureños que votaron, tanto en el suelo nacional como en Estados Unidos, es encomiable, digno de respeto y admiración.
El mensaje del pueblo hondureño al mundo, ha consistido de un enfático rechazo a las aspiraciones intervensionistas del presidente venezolano, Hugo Chávez en Centroamérica, quién, ha sido derrotado en Honduras por un pueblo heroico que le ha dado la espalda al socialismo del siglo XXI, de la misma manera como lo ha hecho, El Salvador, Guatemala, Costa Rica y Panamá.
Aún, cuando el mensaje es claro y resonante para el dictador venezolano, y el pueblo hondureño, ha expresado con su voz política, el camino que desea seguir en su destino democrático, no se pueden ignorar y mucho menos olvidar los hechos políticos que originaron esta crisis política y que son una afrenta democrática en Latinoamérica.
En la recién concluida cumbre iberoamericana celebrada en Portugal, países como, Costa Rica, Panamá, Colombia y Perú, tomaron la línea política estadounidense de aprobar el resultado electoral, lo cual es, un respaldo claro al golpe de estado efectuado el pasado 28 de junio, y con esta actitud política, estos países sientan un precedente histórico muy peligroso para el futuro democrático del continente.
La manipulación a la democracia que el diputado Roberto Michelleti efectuó para derrotar a su contrincante político, no puede ser respaldada y por ese motivo el resultado electoral no puede ser reconocido como legitimo. Es lamentable, que un premio Nóbel de la paz, como Oscar Arias, promueva este innovador proceso de golpe de estado en el siglo XXI, con ello, les cede nuevamente poder político a los ejércitos latinoamericanos y consolida los infames intereses político–económicos de la derecha ortodoxa.
Ahora, un nuevo personaje político se adhiere a la crisis, el candidato electo, Porfirio Lobo, quien durante la campaña política se distanció tanto de Roberto Michelleti, como de Manuel Zelaya. Su mensaje de unidad nacional, así como, su posición política de centro, ofrece un planteamiento político objetivo, pero su partido es de línea conservadora y en él, la derecha ortodoxa domina. Además, no se puede ignorar, que es, el más interesado porque el golpe de estado sea declarado como legitimo, al obtener el apoyo internacional a su elección. Esto demuestra una clara falta de respeto a la democracia de su parte.
Porfirio Lobo, y el resto de políticos Latinoamericanos deben comprender que la democracia no es un objeto que se manipula al interés propio, al hacerlo, se debilita y pierde credibilidad. Y esa es una afrenta carísima al proceso que desangró a nuestro continente por casi un siglo y que ha dejado mártires y héroes en cada villa latinoamericana.
La mesa de negociación debe ser abordada de manera inmediata, el presidente Manuel Zelaya debe ser restituido y los culpables de esta crisis política deben comparecer ante los tribunales de justicia. Así es, tanto el diputado Roberto Michelleti y el jefe del estado mayor conjunto de las fuerzas armadas, Romeo Vásquez Velásquez, deben ir a prisión por la afrenta democrática. El presidente Zelaya, tampoco es exento de los tribunales, él causó la crisis al traicionar el mandato dado por el pueblo hondureño y desestabilizar la región por sus intereses personales.
¿Podrá el estado de derecho democrático sobrevivir a esta crisis política latinoamericana? Por los vientos del pasado que soplan y con los intereses de los poderosos por sobre los del pueblo, la respuesta es no. Michelleti se saldrá con la suya, Romeo Vásquez será un héroe, Lobo asumirá la presidencia y Zelaya desaparecerá en la infamia del olvido. ¿Quién perderá? La democracia. Espero equivocarme.