Somos parte de la rueda de la vida. Alguna vez también fuimos niños de mirada limpia y de sonrisa clara. Ciertamente vamos atravesando etapas, es ley de vida, pero pobre del adulto que abandone el niño que lleva dentro, habrá perdido la ternura y quizás también las ganas de vivir. El mundo es de los niños, debe serlo, hay que auspiciar un planeta por y para ellos, que son el futuro. Es tan justo como preciso alzar la voz en favor de la infancia. Porque lejos de disminuir las estadísticas, se acrecientan los niños que son mártires del fanatismo y el terror, del comercio instintivo y de las guerras, del hambre y de la miseria. Cada año, miles de niños son víctimas de un tráfico criminal destinado a alimentar modernas formas de esclavismo, desde la explotación sexual a la extracción de órganos. Esta alarma fue lanzada hace unos meses por la Agencia de los Derechos Fundamentales (FRA) de la Unión Europea, en un informe presentado el pasado ocho de julio en Bruselas, en la que se centra la atención sobre todo en la desaparición de muchos niños en los centros de acogida activos en Europa.
Sería bueno que para celebrar el veinte aniversario de la Convención sobre los Derechos del niño, aquella luz esperanzadora que comenzó a alumbrar el 20 de noviembre de 1989, los adultos hiciésemos introspección de las palabras a los hechos. Que nunca se apague la esperanza de que la dignidad alcance a todos los niños vivan donde vivan. Es un mal tremendo para el mundo, que los niños no puedan ser niños por la estupidez de los adultos. Si los menores acaban en manos de traficantes es porque las autoridades del Estado que sea tienen abandonados los controles. La mejor manera de amparar la infancia es cuidar a la familia. Debiera ser deber prioritario de todos los gobiernos del mundo. Tampoco lo está siendo. Europa está inmersa en un invierno demográfico sin precedentes, con un panorama desolador y un futuro catastrófico. Es la conclusión del informe “Evolución de la Familia en Europa 2009”, elaborado por la Red Europea del Instituto de Política Familiar y presentado hace unos días en la sede del Parlamento Europeo.
Por otra parte, ¿qué significa hablar de la protección a la infancia cuando en tantos hogares se puede ver hoy la pornografía y la violencia a través de Internet, televisiones u otros medios de comunicación ampliamente disponibles en las familias? Por desgracia, el negocio pornográfico viene pegando fuerte. Suele aglutinar a multitud de menores. ¿Habrá pesar mayor que ni siquiera a los niños se les permita ser niños? ¿Dónde está la debida protección al niño tanto antes como después del nacimiento? Ya está bien de farsa. El niño es un niño y no un objeto al que utilizamos a nuestro antojo. Y otro consejo: contra la ceguera antivida, tan propia del momento actual, mirar el gesto de un niño y escuchar el habla de sus ojos.
*Escritor/ corcoba@telefonica.net