En la historia de América Latina hay numerosos casos de líderes depuestos o perseguidos que se asilan en embajadas para gestionar su exilio. Sin embargo, Mel Zelaya ha hecho lo inverso. Retornó clandestinamente a Honduras para refugiarse en la embajada brasilera y poder desde allí convocar a multitudes y presionar para retornar pronto al poder.
Zelaya escogió la embajada de Brasil de Tegucigalpa, el mayor país latino, cuyo gobierno es el arquitecto de la UNASUR y el mediador entre los mandatarios más izquierdistas y más derechistas de la región.
Micheletti podrá denunciar que Lula sabia del plan previo de Zelaya y que le ha dado luz verde inmiscuyéndose en asuntos internos de Honduras. Sin embargo, si osa entrar a su embajada acentuaría aun más su aislamiento internacional y generaría su propia caída.
Los partidarios de Zelaya le acusan de estar impidiendo el ingreso de alimentos, agua y medicina a dicha embajada donde ya hay decenas de refugiados o de estar reprimiendo a quienes acuden a sus calles adyacentes a manifestar su apoyo al depuesto mandatario.
Micheletti, empero, sostiene que su gobierno es legítimo, que llegó al poder con el aval de los poderes legislativo y judicial y del grueso de la prensa y de los partidos. Demanda al Brasil que entregue a Micheletti para que sea juzgado por traición a la patria.
Para él es vital aguantar 10 semanas más hasta que el 29 de Noviembre se den elecciones generales, las cuales podrían legitimar a un nuevo gobierno. Importantes líderes conservadores (como el nuevo presidente de Panamá u opositores en España y EEUU) afirman que tras éstas podrían reconocer al nuevo presidente y romper el cerco diplomático total que hay hacia el único gobierno que no es reconocido por ningún país del mundo.
Sin embargo, la jugada de Zelaya ha debilitado el plan de Micheletti. Arias quiere estar en Honduras para mediar entre ambos y uno de los dos favoritos en las presidenciales (el conservador Lobo) ha condicionado su apoyo a Micheletti a que inicie un dialogo con quien derrocó.
La crisis se agrava. EEUU quiere que Micheletti desista de sus planes de mantenerse en el cargo hasta las elecciones y que Zelaya acepte volver a palacio pero dando una amnistía a quienes le depusieron, renunciando a cualquier radicalismo y comprometiéndose a supervisar las elecciones en menos de 3 meses.
Para el ALBA, mientras tanto, la presión social debe ser tal que logre dividir a las FFAA para permitir que Zelaya retorne a palacio en hombros del pueblo y él aproveche ello para querer seguir el camino de Chavez cuando revirtió el golpe de Abril 2002 y pueda buscar quedarse mas en el poder e iniciar un proceso similar al que el ha desarrollado en Venezuela.