Las relaciones internacionales de los estados, se deben siempre manejar con el mismo cuidado y respeto, con el cual una nación democrática establece sus vínculos domésticos, en medio de la diversidad de opiniones e intereses, a favor y en contra de los propios pensamientos y creencias del jefe de estado o del proyecto político de turno.
El ejemplo de Santa Marta, servirá como un significativo aporte para los estudiosos de la sociología política conductual, en el sentido de que la sola voluntad, ejerce una presión poderosa, muy por encima de los intereses personales, y las propias creencias y convicciones. La voluntad de hacer bien las cosas, aunque sea por una sola vez, puede ser motivo de grandes reacciones, que hasta manipulen las leyes propias de la gravedad, y como la fuerza del tsunami, produzcan una seductora sensación de poder oculto, que transforma todo a su paso, por el poder de la fuerza o por la fuerza del poder.
Siendo el día escogido el del cumpleaños número 59, del presidente colombiano Dr. Juan Manuel Santos Caderón, y el lugar del encuentro, el mismo donde murió el libertador Simón Bolívar, en la ciudad caribeña de Santa Marta. Este escenario solemne, sirvió para el abrazo de la paz entre los presidente de Colombia y Venezuela, cuyas relaciones diplomáticas se vieron interrumpidas semanas atrás por conflictos que vinculaban a la guerrilla terrorista colombiana.
Creo sinceramente que el esfuerzo político y diplomático de los dos gobernantes, traerá frutos positivos para las dos naciones en conflictos. Ambas, Colombia y Venezuela son ramas del mismo árbol, ambas son carne del mismo cuerpo, ambas son hijas del mismo padre. Existen muchas personas furiosas unos y envidiosas otras por los excelentes logros obtenidos en Santa Marta, que gracias al encanto primario del presidente Santos, y la fría voluntad del presidente Chávez, se pudieron solventar todos los obstáculos para lograr un acuerdo que ojala sea duradero y productivo.
Chávez necesita desesperadamente de Colombia, para cubrir el déficit del 38% en la distribución en la cadena alimenticia venezolana, de cara a las elecciones del próximo 26 de septiembre, y Colombia necesita desesperadamente de Venezuela para colocar su producción agrícola, manufacturera y tecnológica, en un mercado que en dólares le representa a Colombia más de 8 mil millones anuales. El tema por el momento es eminentemente económico para las dos naciones, ya habrá tiempo suficiente, en los meses siguientes, de llegar a acuerdos y convenios de estados, para tratar el tema de las Farc, pero por el momento lo económico prima por encima de lo ideológico o los intereses políticos.
La ley de la necesidad que describiera Tito Livio, se aplicó en este escenario con igual fuerza y doctrina, como cuando él, describía el sometimiento de Roma a las Orcas paganas, y sentenciaba en el Senado romano, que; “la primera ley de todos los imperios es la ley de la necesidad”. Gracias a la necesidad suprema se llegó a acuerdos supremos, realistas y progresivos. Ahora le toca a la diplomacia de ambos países, conseguir compromisos sustentados en premisas mínimas de entendimientos, basadas en el respeto y la confianza, como así lo han expresado públicamente los dos presidentes, dentro de lo que le permitan sus reales intereses y conflictos.
Santos le confiesa al mundo que en su vocabulario, desterró la palabra guerra, cuando se trata de las relaciones con sus vecinos, y Chávez le juró al mundo, que él, no apoya ni reconoce a ningún grupo terrorista dentro del territorio venezolano.
Paz, sabiduría y confianza entre los dos presidentes y entre los dos países hermanos.
(*)Analista y Consultor Político/info@cespedesconsultores.com