Lo que a continuación les voy a relatar ocurrió en un sueño que tuve hace no mucho tiempo, así que no vayan a creer que pasó en la vida real, queridos lectores y editorialistas. En mi sueño, una prestigiosa universidad llamada “X” de una ciudad llamada “Y” me invitó a dar una conferencia “motivacional” para sus alumnos de la carrera de mercadotecnia. En el sueño me encontraba delante de un auditorio lleno de estudiantes, que como era de esperarse en universitarios, la mayoría desconectó su cerebro por una hora y los otros pocos que permanecieron despiertos invirtieron su tiempo en clavar los ojos en el capuchino calientito que tenía en una de mis manos, preguntándose de qué privilegios gozaba yo para ser el único dentro de la sala que tomaba un capuchino calientito.
Durante una hora entera hablé y hablé, y terminado mi monólogo me dispuse a escapar del auditorio, sin embargo, la organizadora del evento de Jóvenes Emprendedores (porque en mi sueño fui invitado a un evento de Jóvenes Emprendedores muy a pesar de no ser joven ni emprendedor, y mucho menos creyente en los discursos motivacionales) me pidió de favor que me quedara a escuchar la siguiente conferencia. Lo natural en mí hubiera sido recurrir a la excusa de rigor, que es la de inventar una importantísima junta de trabajo con unos editorialistas extranjeros, viendo el reloj y poniendo cara de urgencia como si fuera a llegar tarde. No lo hice. Lo que hice fue irme a sentar al fondo del auditorio y escuchar al próximo expositor, que según me habían dicho era un gurú de la mercadotecnia.
El gurú de la mercadotecnia en cuestión resultó ser el gerente de marca de una empresa muy prestigiosa y transnacional de refrescos embotellados. El gurú presentó una muy bonita conferencia, pues a diferencia de un servidor, él sí se tomó la molestia de preparar una presentación digna de alguien que pueda llamarse un conferenciante: gráficas, estadísticas, fotografías e incluso videos. Y cuando digo videos me refiero a los incontables anuncios comerciales de la bebida embotellada que pasan a todas horas en la televisión. El gurú cautivó a los alumnos de mercadotecnia diciéndoles que la empresa para la que él trabaja es la mejor del mundo, hoy más que nunca, gracias a la nueva marca de refresco embotellado que fue a promocionar, perdón, a presentar como el modelo máximo de una eficaz mercadotecnia, pues la nueva bebida gasificada había roto todos los récords de ventas como nos lo hizo constatar con las gráficas y estadísticas que ni uno de los presentes en la sala entendía pero que no por ello dejamos de asentir afirmativamente tras cada lámina que nos presentaba, donde decía que en Australia y el Congo el refresco había vendido mil chiliones de cajas. El gurú nos dijo que en México el éxito de la bebida fue incluso mayor, todo gracias a un buen marketing. Traducción: A) Tapizaron toda las ciudades del país e invadieron hasta el último medio de comunicación con anuncios de la marca del nuevo producto. B) Segmentaron a su mercado: jóvenes exclusivamente de entre 16 y 19 años, extrovertidos, irreverentes, seguros de si mismos, anarquistas, globalifóbicos y metrosexuales, es decir, el 99% de los jóvenes. C) A la bebida embotellada y gasificada exitosa de toda la vida le agregaron un ingrediente secreto que mágicamente lo convirtió en un nuevo producto saludable y dietético sin perder el delicioso sabor del refresco de siempre.
Cuando la conferencia del gurú de la mercadotecnia terminó, llegó la ronda de preguntas y respuestas del público, y como nadie se animó a preguntar nada (seguramente porque todos estaban en shock con tan magistral conferencia), me animé a preguntarle al gurú cuál era el ingrediente secreto que hacía diferente al fantástico nuevo refresco dietético y saludable del antiguo refresco embotellado de toda la vida.
-Se llama ingrediente Z –respondió amable el gurú.
-Y este ingrediente Z, ¿causa adicción o algún efecto secundario en el consumidor? –pregunté curioso.
-Para nada, el ingrediente Z es tan natural y saludable que al cliente no puede más que causarle bienestar a su salud –respondió amabilísimo el gurú.
-¿Eso quiere decir que si yo consumo la nueva bebida dietética y saludable voy a ser más saludable de lo que soy actualmente? –pregunté emocionado.
-Desde luego –respondió el gurú.
-¿Y no importa que yo no califique en el rango de edad que establecieron y que tampoco sea extrovertido, irreverente, seguro de mi mismo, anarquista, globalifóbico y metrosexual? –pregunté de nuevo.
-Para nada, no importa –respondió el gurú.
-¿Y esta nueva bebida es más saludable que el agua? –pregunté.
-Afirmativo –respondió el gurú.
-¿Eso quiere decir que puedo suplir el agua por la nueva bebida saludable en mi vida cotidiana? –pregunté.
-Claro, faltaba más –respondió sonriente el gurú y dio por terminada la ronda de preguntas y respuestas.
Al salir a la calle después de la conferencia descubrí que casi en ningún restaurante y estanquillo vendían agua, y que todos los ciudadanos eran unos gordos diabéticos, y pronto caí en cuenta que mi sueño en realidad era una pesadilla, que por fortuna llegó a su fin al despertarme.
Ya despierto y espabilado lo primero que hice fue salir a la calle para descubrir con alivio que en México todos sus habitantes son jóvenes saludables y metrosexuales con la estampa y garbo de David Beckham.