Como dijo el pensador indio, Gandhi, "la paz es el camino", pero los caminos para la paz cuesta hallarlos. Cada año el mundo gasta 1.400 billones de dólares en armamentos. Tremenda necedad. La paz comienza sin armas, nace del abrazo, del cultivo de la justicia, de la libertad para caminar unidos, de saber comprender y perdonar. Desde luego, hoy más que nunca, hacen falta mensajeros de la vida, personas dispuestas a injertar tranquilidad en un mundo convulso, seres humanos con capacidad de ordenar el caos que vive el planeta, ciudadanos de servicio al servicio del amor. ¡No se puede matar en nombre de poder alguno! Todos nos merecemos un respeto. Es la primera condición para la paz.
La paz no se puede imponer, la paz brota de la autorrealización de cada individuo, germina del interior de cada ser humano, nace de la mano tendida, del derribo de muros que nos separan. La paz también hay que buscarla, trabajar por ella, hasta gastarse y desgastarse en donación. Con violencia nada se resuelve. Es un camino que nos conduce a más conflictos. Hay que testimoniar que la vida es una factor de unión y de estética, no de división y de monstruosidad. Por desgracia, aunque son muchas las personas que sufren persecuciones, discriminaciones, actos de intolerancia y salvajismo, jamás se puede caer en el desánimo, porque el diálogo cuando se ejercita sinceramente, es y será siempre un signo de esperanza.
En verdad que la paz es el camino. Un camino en el que hay que aglutinar todas las voces. Escuchar todas las voces. Dejar que participen todas las voces. Que la vida del planeta, y la de sus moradores, se defiende con la razón, no con las armas. Con la paz se gana alegría, con las guerra se pierde todo, hasta las ganas de vivir. Hay que ser ciudadanos del mundo, hombres de paz. En la actualidad muchas personas cruzan fronteras para huir de conflictos, de la extrema pobreza en la que malviven, de los impactos del cambio climático. Ante este aluvión de desplazamientos forzados, todos los seres humanos estamos llamados a reencontrar con ellos el camino de la paz. O acogemos a toda esta gente, o nunca hallaremos la paz que deseamos.
Caminos para la paz. Todos, todos los que queramos. Humanícese la tierra como si fuera una gran familia, en lugar de ejércitos, pónganse testimonios de vidas donadas. No caminamos unos al lado de otros por generación espontánea, formamos parte de ese universo común que a todos nos pertenece, todos vamos recorriendo un mismo camino y, por consiguiente, todos necesitamos de todos. Por eso es vital que cada uno procure vivir con una actitud solidaria hacia sus semejantes. Sobre la base de la solidaridad ha de globalizarse la civilización. Aceptar la guerra como camino para la paz es una estupidez. Nada en el mundo es más peligroso que un enjambre de estúpidos.
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