La marca ciudad no solo representa una simbología estética y llamativa, acompañada de un slogan sonoramente hermoso y anunciante, sino que viene relacionada con aspectos propios internos y externos del entorno competitivo de dicha ciudad.
El esfuerzo emprendedor del municipio y empresarios guayaquileños, por darle a la urbe un sentido práctico, transformándola en un gran centro de negocios y comercio, se ve opacada por elementos endógenos y exógenos, que actúan alrededor y dentro de la ciudad. Estos factores como son: la delincuencia, las invasiones, la pobreza extrema, las decisiones políticas tomadas fuera de la ciudad, la falta de un marco legal realmente garantista de la inversión privada, hacen de Guayaquil una ciudad que se añeja rápidamente opacando los esfuerzos de varios empresarios que sin tomar en cuenta estos factores negativos, siguen invirtiendo apostando que algún día las cosas cambiaran.
La falta de seriedad en las políticas públicas crea una nube de incertidumbre, que acompañada de una arremetida feroz de la delincuencia, ponen en serios aprietos todo esfuerzo emprendedor dentro de la gran metrópolis que hoy es Guayaquil.
Existen muchos ejemplos de ciudades exitosas en Latinoamérica que han logrado disminuir a niveles aceptables, tanto la delincuencia como la pobreza extrema. Ciudades como Bogotá, Río de Janeiro, Santo Domingo, Lima, se han convertido en verdaderos centros internacionales de negocios y receptoras mundiales de capitales e inversionistas. Ni hablar de capitales como ciudad de Panamá o Buenos Aires.
El mayor problema de Guayaquil no es el entorno en sí, sino la falta de una estrategia real para asumir el problema con seriedad. La ciudad es una bomba de tiempo, así quedo demostrado cuando el 30 de septiembre en el marco de las protestas policiales, la ciudad quedo a merced de los delincuentes, donde decenas de locales comerciales fueron saqueados, donde toda la podredumbre moral que rodea la ciudad quedo al descubierto, donde todo el rencor social salió de repente y se vio representado en verdaderas escenas de horror en las calles de la ciudad. La ciudad de Guayaquil está siendo reconocida en el mundo, no como una ciudad de emprendedores, ni por sus obras públicas y privadas de primer orden, sino como una urbe altamente peligrosa, llena de violadores sexuales, asesinos, ladrones, en la ciudad de los “secuestros exprés”. No importa como maquillemos la realidad en que vivimos, tarde o temprano se corre el maquillaje, dejando ver la verdadera cara de la ciudad.
Deben nuestras autoridades dejar a un lado sus berrinches y resabios tradicionales, dejar de pensar en las elecciones del 2013, y buscar juntos, tanto el Gobierno Nacional, el Municipio de Guayaquil, y la Cámara de Comercio de la ciudad, una solución práctica, rápida y permanente.