Sesenta mil personas mayores son víctimas de malos tratos en España, según datos aportados por los propios ancianos. Sin embargo, esta cifra puede aumentar al 3%, como en el resto del planeta. Los expertos se encuentran con muchos problemas a la hora de dar una cifra, ya que es difícil detectar estas conductas agresivas. La mayoría cree que la cifra real es mayor y que los protocolos detectan sólo una parte. Los propios cuidadores, cerca del 5%, responden que en alguna ocasión han tenido una conducta de maltrato hacia la persona mayor, según un estudio realizado por Isabel Iborra para el Centro Reina Sofía sobre el estudio de la violencia.
La violencia contra las personas mayores se puede dar de varias formas: maltrato físico, psicológico, negligencia, abuso económico y abuso sexual. Se da en diferentes ámbitos. Puede ser en la residencia, en el hospital y, sobre todo, en el seno familiar. Quizás una de las fórmulas más duras para la víctima.
En España, todavía, los ancianos son cuidados por sus familiares. Aunque es una práctica que poco a poco se va perdiendo. La familia es la que sufre las enfermedades y los problemas de las personas mayores cuando van envejeciendo. A veces se llega a situaciones límite. En este entorno se producen los malos tratos. En algunas ocasiones será abuso económico. La familia depende de la pensión o de algunos ahorros. Hacen y deshacen sin contar con la persona mayor. Este tipo de abuso económico es la fórmula de maltrato más frecuente en España.
Las negligencias y el maltrato psicológico son los siguientes en el “ranking”. No dar la adecuada medicación, privar de higiene, alimentación, asistencia sanitaria o afecto; amenazas, insultos o vejaciones. Situaciones que obligan a la persona mayor a hacerse cada vez más invisible.
Por último, están las agresiones físicas, las únicas visibles para médicos, trabajadores sociales y autoridades. Pero todavía no nos hemos dotado de leyes para proteger a nuestros abuelos, así como existe una legislación de protección a los menores.
El miedo y la vergüenza hacen que la víctima de malos tratos no denuncie su situación. La violencia en el hogar intimida, degrada, humilla y destruye la autoestima. Es difícil que una persona mayor pueda salir de una situación que se repite y aumenta en su intensidad. Es necesario que los mayores se sientan amparados por las leyes y protegidos a través una red de apoyo integral, como lo hacen muchas mujeres que sufren violencia doméstica.
El maltrato a personas mayores es, además, un tabú. Por un lado, los mayores han tenido unas vidas muy duras y no reconocen, o no quieren reconocer, el maltrato. A veces, los maltratadores son sus propios hijos y les surgen sentimientos de culpa, porque ellos han educado así a sus hijos. Tampoco la sociedad está preparada para reconocer el maltrato a sus mayores.
El maltratador, explica el profesor Miranda de la Universidad de Málaga, al ser un familiar también se siente culpable cuando la persona mayor fallece y lamenta los gritos, los empujones y las malas maneras.
El problema del maltrato a personas de edad, advierten los expertos, no tiene que ver con la clase social ni con el nivel de educación. Se da en todo el mundo. El problema, explican algunas organizaciones como la Red Internacional para la Prevención de Abusos a Ancianos, está en los modelos de atención a la vejez que determinan las características del maltrato. Es, entonces, cuando hay que incidir para evitar los malos tratos. Administraciones, organizaciones de mayores, profesionales de la geriatría tendrían que unir sus miradas hacia un mismo punto. También los medios de comunicación, haciendo visible este problema al igual que se ha hecho con los malos tratos a menores y con la violencia doméstica. La sociedad civil tendrá que dar un paso al frente para rechazar estas conductas agresivas.
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