El ritmo con que China avanza por el campo de la energía solar es electrizante. Tal vez no esté plagada aún de placas para aprovechar la luz del sol, pero su ascenso en el sector parece imparable gracias a la creciente visibilidad global de algunas de sus compañías y los objetivos ambiciosos para convertir a esta fuente energética en una de las más importantes del país.
Un paseo por los alrededores de Kunming, la capital de la soleada provincia de Yunnan, permite hacerse una idea de sus progresos. Miles y miles de azoteas lucen paneles instalados para calentar depósitos de agua, una tecnología que, aunque difiere de la utilizada para producir electricidad a partir de la luz del sol, constituye su primer acercamiento en este sector.
Pero sin duda, donde China ya tiene un gran terreno ganado, es en la exportación de tecnología al exterior. Empresas como Suntech y Yingli se encuentran en las primeras posiciones entre los fabricantes mundiales y hace tiempo que venden gran parte de su producción en el extranjero. Desde Europa hasta Estados Unidos, numerosos paneles portan la etiqueta Made in China, como es el caso en España de varias instalaciones en Navarra, Almería y Badajoz. España era hasta ahora un mercado muy importante, pero la nueva regulación del sector ha frenado la instalación de paneles.
La búsqueda de mercados es constante. China ha ofrecido recientemente su apoyo a Pakistán para superar la crisis energética, incluyendo la exportación de tecnología solar.
Tampoco ha pasado por alto la oportunidad que brinda el Mundial de Sudáfrica, en el que Yingli será uno de los patrocinadores. A unas dos horas de Pekín en coche, en la ciudad de Baoding, se encuentra el particular bastión de esta multinacional. Un conjunto de fábricas que abarcan desde la producción de polisilicio, material básico para las placas solares, hasta la elaboración final de cada panel.
La estrategia que esconde esta organización vertical es clara: “Fabricar las placas solares más eficientes y a menor precio”, según afirma Stuart Brannigan, director de la división de Yingli en Europa.
“El objetivo es fabricar energía lo más limpia y barata posible. No queremos fabricar las células más eficientes del mundo en términos de la electricidad producida por la misma unidad de silicio, ya que sus precios son excesivos. Fabricaremos las que sean más eficientes en costes”.
Ahora bien, ¿hasta qué punto China podrá mantener su competitividad en la manufactura de placas solares? Brannigan cree que los salarios no son un concepto muy importante de esta estrategia, ya que la producción está muy automatizada.
“Los equipos y fábricas son más modernos y funcionan con menos energía. Lo que importa sobre todo es la cultura. En Europa buscamos un balance entre vida y trabajo. En China el trabajo es una parte importante de la vida”.
La expansión de Yingli ha sido vertiginosa. Su producción se ha multiplicado por tres en sólo dos años, principalmente gracias al mercado europeo y estadounidense. Ahora, la empresa planea abrir una fábrica en Estados Unidos y, si funciona bien, no descarta hacer lo propio en Europa en el futuro.
“Tal vez en España”, asegura Liansheng Miao, presidente de la compañía. Por otro lado, la empresa tiene un proyecto con el Instituto de Investigación en Energía de Holanda para mejorar la eficiencia de sus placas solares.
Sin embargo, la carrera solar de China no está libre de obstáculos. Uno de los más importantes es cambiar la percepción de que lo fabricado en este país es sinónimo de mala calidad. Empresas como Yingli reconocen dedicar bastantes esfuerzos a “mejorar la imagen de marca sin cambiar el nombre ni ocultar que somos una empresa china”, afirma Brannigan.
En esa dirección parece apuntar su decisión de patrocinar el Mundial de Sudáfrica, un acontecimiento deportivo que reúne a la mitad del planeta frente al televisor. Yingli aprovechará esta ocasión para instalar paneles para purificar el agua en numerosos pueblos. Además, afirma que es una oportunidad para posicionarse en el continente, si bien es un mercado “todavía pequeño”.