Cuando investigo, estudio y enseño la historia de nuestra política exterior nicaragüense, no me inmuto, ni vacilo al asegurar que desde sus tiempos precoses independientemente de sus objetivos propuestos ha sido dinámica, agitada, especial y muy particular, porque en la búsqueda de nuestra nación, generalmente salvo por breves periodos nos damos abastos hasta para jugarla a dos bandas una que es dirigida por la política exterior oficial y casi siempre hemos tenido otra en el exilio que enfrenta a la oficial de forma descarnada, sin importarnos el daño que nos hagamos como nación, que tanto decimos buscar.
En esta dirección no culpo a los otrora vencedores y vencidos cuando ya en las postrimerías de sus gloriosos días irónicamente recibiendo condecoraciones oficiales por lo general de quienes se opusieron a capa y espada en sus tiempos de feroces contiendas o ocuparon campos de batallas en bandos fratricidas opuestos, pronunciando bellos discursos con rebuscados lenguajes aconsejando a las generaciones jóvenes de cada época. Lo recomendable es que Nicaragua estudie su historia para no ser una vez más, presa del foráneo que negocia y roba nuestra sangre, me imagino que para ellos debió ser casi siempre imposible conducir una política exterior acertada, (sin embargo en muchos casos si se ha hecho), con las condiciones internas de Nicaragua, para prueba basta un ejemplo de la época de nuestra acta de nacimiento y de tiempos bautismales, de 1821 a 1854 (37 años), 27 fueron de guerra o anarquía activa y sólo 12 y no consecutivos pueden considerarse, no propiamente de paz, sino más bien de tregua, pues estuvieron también cargados de ansiedades, éstos fueron 1821, 22, 23, 26, 31, 35, 36, 40, 41, 43, 47 y 52.
¡Nicaragua que duro fue tu parto¡ desde todos los siempres de nuestra existencia, expuesta a una vida internacional agitada y complicada, cualquiera diría que deberíamos ser felices, aquí donde el pacifico y el atlántico casi se abrazan a través del San Juan y el Cocibolca, ambos recursos encierran a mi parecer el corazón y la sangre de Nicaragua que tan vanamente tantas veces derramamos tiñendo con sangre de hermanos nuestro bendito pendón bicolor azuzados y aprovechado por la avaricia extranjera, ¿será acaso este río y su lago los culpables? solo imaginémoslo, Granada naciendo una y otra ves de las cenizas, nuestra capital del turismo nacional más de una decena de veces incendiada por piratas extranjeros y eso que todavía éramos parte de la colonia española, del beso de los océanos nació el tiburón el de la canción de Salvador Cardenal, el que “hizo nido en agua dulce”, al que me llevaban de niño a adorar mis padres a Granada a la “feria del tiburón”, el mismo que hoy ya casi solo queda en las camisetas de un equipo, ¡que paradoja¡ “nuestra historia” una especie de lujo en el corazón de la patria se extingue y en política exterior esta omnipresente el otro el del canto de Wile Colón que en otros países busca en la orilla… y aquí nacimos con él dentro. Todavía el leonés Sebastián Salinas, no había sido nombrado nuestro primer canciller y ya Squier el primer representante diplomático norteamericano era nuestro enamorado huésped.
España reconoció formalmente nuestra independencia hasta el 25 de Julio de 1850, Nicaragua estuvo representada por el hoy considerado padre de la diplomacia Nicaragüense Don José de Marcoleta. Nacimos cuando Inglaterra en el apogeo de su poderío, “reina de los mares” y no sólo de Gran Bretaña, sino también de la Francia y los Estados Unidos se centraron en la pequeña Nicaragua, que gracias a su Gran Lago y al Río San Juan parecía ofrecer las perspectivas más favorables para poner en comunicación los dos océanos. Mas fue nuestra sempiterna e incomprensible rebeldía la que ha evitado la materialización del antiguo y persistente sueño, que por supuesto también ha acompañado a historia de la diplomacia nicaragüense, para que en la arteria principal del territorio surquen trasatlánticos llenos de riquezas para otros y posiblemente basura para nosotros.
Si el grito de su equipo de béisbol mimado ¡viva el Boeeeer¡ es el primer grito de un Managua al ver por vez primera los encendidos oros del trópico donde nació. “Integridad territorial” fue el primer sonido elevado a nuestro azul y blanco, que salió del gaznate de la Naciente Nicaragua del siglo XIX y de su diplomacia. Así surgió Nicaragua como objeto de codicia de las grandes potencias y vecinos, así nació y se estreno nuestra política exterior, nuestros Cancilleres y Diplomáticos tuvieron que sortear problemas con los otros países centroamericanos y con las grandes potencias incluso Alemania la naciente Prusia unificada de la segunda mitad del siglo XIX de Otto Von Bismarck.