Como en los peores tiempos de la Guerra Fría, o década de los años 70, América Latina estrena un militarismo corrupto, golpista, salvaje y comprometido con las peores prácticas antidemocráticas y violadoras de los derechos humanos.
Recientemente en Venezuela, el General Rangel Silva, tuvo a desfachatez de pronunciarse en el sentido de que; “las fuerzas armadas venezolanas, jamás permitirían a un gobierno de oposición en el país”. Estas declaraciones que en cualquier democracia del mundo hubieran producido un rechazo general y la separación inmediata del oficial, cayeron como música sonora a los oídos del dictador de Miraflores, quien procedió de inmediato a condecorar a Rangel Silva, con un inmerecido ascenso militar al grado de General en Jefe del ejército venezolano. Las declaraciones de Rangel Silva, son una clara amenaza a la democracia continental, ya que se estaría gestando en Venezuela una dictadura sin precedentes, peor que Pinochet, Trujillo o Somoza.
Las amenazas del general Silva, provocan una ruptura inmediata en la oposición venezolana, ante el temor creciente de una ola de represiones militares en contra de quienes opinen distinto al chacal que los gobierna.
Una semana después otro general, pero de las fuerzas armadas de Bolivia, expresa el mismo comentario a favor de la criminalización de la oposición política al régimen de Evo Morales, produciéndose la misma adulación y coqueteo espontaneo del jefe de estado que se siente agradecido y complacido con tales insinuaciones. “El comandante del Ejército boliviano, Antonio Cueto, afirmó que esa entidad castrense se declara antiimperialista, anticapitalista, socialista y comunitaria, y aseguró que no se debe permitir que ningún poder externo se imponga en este país andino amazónico”, ni tampoco una oposición contraria al socialismo imperante.
Los generales podrían tomar vigencia nuevamente en el continente en la medida en que las democracias presenten fallos estructurales tan graves como los ya citados en Venezuela y Bolivia. Rangel Silva y Antonio Cueto, son dos ejemplos de la perversión del poder, la inmadurez democrática en el continente y la corrupción sin límites a expensas de un gobierno que necesita las botas militares y no las instituciones democráticas para mantenerse en el poder.
América Latina necesita de un examen urgente, que identifique sus males y las sinecuras foráneas y propias que a expensas del orden nos están quitando la libertad.