El joven y carismático presidente norteamericano, nació en Honolulu Hawái el 4 de agosto de 1961, juró como presidente constitucional de los Estados Unidos de América, la nación más poderosa del planeta, en una investidura presidencial como el cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos, junto a Joseph Biden como vicepresidente, se llevó a cabo la juramentación de ambos el 20 de enero de 2009, a las 12:05 p.m. (EST), en el capitolio de los Estados Unidos. El tema de la ceremonia fue "Un nuevo nacimiento de la libertad", conmemorando el segundo centenario del nacimiento de Abraham Lincoln.
A más de 1 año de la trascendental ceremonia de cambio de poderes, luego de la nefasta era Bush, era que hoy pocos quieren recordar, América Latina se mira en el espejo de la gran nación del norte, y el resultado es que los años han pasado y con ellos nos han aumentado las arrugas. Las arrugas del tiempos nos han hecho vulnerables, y nuestros países que piden a gritos ser mejor atendidos, cada uno por separado, sin comprender a ciencia cierta, porqué ahora no es lo mismo, como era antes, que se sentían mejor atendidos.
Los ojos del norte están puestos en la Meca del petróleo, en el Golfo Pérsico, allá donde está el futuro, donde el oro negro es el rey, Latinoamérica no es escuchada, no tiene voz ni un liderazgo lo suficientemente maduro como para hacer sentir su voz en medio de tanto ruido.
La Organización de Estado Americanos OEA, como órgano político tradicional del continente, languidece en las sombras, viendo engordar cada día a su Secretario General, cuyo gigantesco abdomen Vacuo se parece muchísimo al mapa de la India. Aunque el panorama parece desolado, el joven presidente norteamericano de vez en cuando se acuerda de nosotros, y nos envían comisiones hasta presididas por la mismísima deidad de Hillary Clinton, para recordarnos que debemos portarnos bien, para que su gran nación nos premie con un certificado de buena conducta, en la mal llamada lucha contra el narcotráfico.
América latina debe exigir respeto y valoración, pero con unidad, las voces dispersas no causan ruidos ni emociones. Necesitamos unir nuestros mercados para poder exigir con ventajas, mejores y mayores atenciones tanto a los Estados Unidos como a la Unión Europea. Países como China se convierten en los principales competidores de los países hispanoparlantes, al ritmo que nos condicionan con supuestas ventajas mal disfrazadas, compiten con deslealtad y prácticas comerciales injustas y perversas.
Solo la unidad nos traerá progresos e inversiones, por eso urge la conformación de las estructuras orgánicas de la llamada Organización de Estados Latinoamericanos, para que nos representen con altura y compromisos, y busquemos entre todos nuestros pueblos el camino del éxito comercial tan necesario en nuestros días.
Es imprescindible una cumbre entre Obama y Latinoamérica, incluso por la salud democrática del continente. Como en ningún otro momento desde la guerra fría, se estaría gestando en muchos países de habla hispana, un fuerte sentimiento anti norteamericano, producto principalmente de ese abandono al que muchos de nuestros pueblos están siendo sometidos. Si los Estados Unidos hubieran invertido en Latinoamérica la mitad de la fortuna gastada en las guerras de Irak y Afganistán, pudiéramos estar hablando hoy de uno de los mayores y leales mercados del mundo, donde se hubieran creado no menos de 6 millones de nuevos empleos, y con la inmensa riqueza en materia prima del nuestros países, garantizaríamos la supervivencia de la gran nación del norte, pero eso solo ocurriría cuando se den cuenta que el Sur también existe.