Me gustaba más el mundo cuando las celebridades eran inalcanzables. Cuando a los personajes de la farándula se les llamaba “estrellas” porque eran para nosotros (simples mortales) seres tan lejanos y misteriosos como los astros que brillan en el firmamento.
Ahora no, por supuesto. Ahora cualquier hijo de vecino es una celebridad. Basta que Juan o Juana Pérez descubra que tiene una habilidad que puede ser del interés de millones de personas, sea esta eructar durante medio minuto mientras baila la macarena; tirarse pedos al ritmo del último éxito de Enrique Iglesias o de plano, si el público es más exquisito, eructar y pedorrearse en magnifica coordinación al compás de la novena sinfonía de Beethoven.
Salvo honrosísimas excepciones, las “estrellas” de hoy día son personajes funestos, incultos y bárbaros que al ver una cámara que les apunta reaccionan cual monitos de zoológico (con el perdón de los monitos de zoológico): chillan, gritan, se tiran de los pelos, se manosean, hacen señas obscenas e incluso uno que otro (los más refinados) tiene el detallazo de hacer sus necesidades fisiológicas en mitad de la calle. En fin, unas damas y unos caballeros muy modernos.
Creo que la mejor forma de resumir este punto es con un ejemplo, mismo que, sospecho, es el reflejo de nuestro mundo tan virtual, tan moderno y tan devaluado. Un chino, perdón, un joven norteamericano de alguna raza oriental (que no se diga que este espacio promueve la incorrección política) descubrió su gran talento en la vida: permanecer dieciocho segundos sin parpadear. Siendo esta una gran aportación para la humanidad, el joven decidió grabarse realizando tan loable proeza. ¿Qué hacer para que el mundo se enterase de este descubrimiento? Obvio. Subir el video al YouTube.
En pocos días el video fue visitado por más de un millón de cibernautas, porque el chico fue lo bastante astuto (¿o descerebrado?) para poner en él un cebo tan tentador que la gente no pudo evitar tragárselo: el joven retó a toda la humanidad para que algún valiente se atreviera a filmarse poniendo los ojos abiertos y secos como los pescados que venden en el mercado, rompiendo su record de no parpadear. Un fenómeno mediático el chino, perdón, el joven norteamericano de alguna raza oriental. Tanto así, que en vista del éxito obtenido decidió retar a la “estrella” Jessica Alba, mejor conocida como la Mujer Invisible en la película Los 4 Fantásticos, filme donde desde luego y como era de esperarse casi nunca sale invisible salvo por su ropa.
El Planeta giró y giró, y sabrá Dios cuántas vueltas dio (sospecho que muy pocas) hasta que en algún barrio glamoroso de Hollywood la famosa “estrella” vio frente a su computadora como un joven norteamericano de alguna raza oriental la retaba a romper el record de no parpadear. Y uno que es un ingenuo hubiera pensado que esto jamás ocurriría, pues pensábamos que una celebridad estaría con la agenda ocupada viviendo una vida deliciosamente decadente entre rodajes de películas, amores furtivos con apuestos hombres millonarios y de bar en bar en los rincones más exclusivos del mundo rodeada de gente bonita y/o intelectuales. Pero ya vemos que no. Jessica Alba estaba en casa desperdiciando gloriosamente su vida cual simple mortal frente al YouTube. ¿Y qué hizo al ver el reto del cual era presa? Pues lo que cualquier “estrella” de hoy día que se de a respetar haría. Sacó la cámara de video, abrió los ojos grandes y secos como los de un pescado y rompió la marca del joven norteamericano de alguna raza oriental para proclamarse como la Reina absoluta de no parpadear.
Como verán las estrellas ya no son lo que eran antes, aunque me pregunto qué hubiera ocurrido si el YouTube hubiese sido inventado en los años cuarentas: ¿acaso mi abuelo hubiera sido lo suficientemente hombre para retar a un duelo de pedos y/o eructos a Rita Hayworth?, y en tal caso, ¿Rita Hayworth hubiese aceptado tan galante reto?
Sin duda, incógnitas sin respuestas de este mundo tan moderno.