Suscríbase | Juegos |
La Jornada
 
inicio archivo envie su opinion aviso del medio    

actualizado 29 de septiembre 2010

Rusia, ¿su oportunidad histórica en Medio Oriente?
Rusia ambiciona recobrar su antigua posición de potencia mundial
Por Gustavo Adolfo Vargas

El fin de la hegemonía estadounidense en el Medio Oriente se gestó en el verano de 2006, con el fracaso israelí ante la resistencia libanesa. Así, al cabo de cuatro años el escenario económico, militar y diplomático cambió totalmente en esa región.

El triángulo Turquía-Siria-Irán, actualmente se compacta y afianza como líder, entretanto, a la vez, por su parte Rusia y China expanden su influencia a medida que Estados Unidos pierde la suya. Moscú, no obstante, titubea en sacar partido a las oportunidades que se le presentan.

Para empezar, su prioridad no es el Medio Oriente, ya que no existe un proyecto que reúna el consenso de las élites rusas respecto a esa región y, finalmente, porque los conflictos del Medio Oriente revisten para Rusia ciertas implicaciones con dificultades internas que aún están por resolver.

La consolidación del triángulo Turquía-Siria-Irán corresponde al declinar el poderío militar de Israel y Estados Unidos. Dejar un espacio vacío es como invitar a otras potencias a que lo ocupen.

Todas las expectativas apuntan, por tanto, hacia Moscú, ausente de esa región desde el desmembramiento de la Unión Soviética. Rusia ambiciona recobrar su antigua posición de potencia mundial, pero duda en cuanto a implicarse antes de haber resuelto los problemas que enfrenta en el antiguo espacio del Pacto de Varsovia.

Lo fundamental es que las elites rusas no tienen ninguna política que proponer en lugar del proyecto estadounidense de “rediseño” y se bloquean precisamente en el mismo problema que Estados Unidos: debido al cambio de la correlación de fuerzas, es imposible aplicar una política de equilibrio entre israelíes y árabes. Su participación en la región implica, tarde o temprano, una ruptura con el régimen sionista.

El reloj moscovita se detuvo en 1991, en el momento de la conferencia de Madrid. Y es que Moscú no acaba de entender que los acuerdos de Oslo (firmados en 1993) y de Wabi Araba (1994) han fracasado respecto a la aplicación de la denominada “solución de los dos Estados”, ya materialmente irrealizable.

La única opción pacífica factible es la aplicada en Sudáfrica: abandono del apartheid y reconocimiento de una sola nacionalidad para judíos y autóctonos (palestinos), instauración de una verdadera democracia basada en el principio de “un hombre, un voto”. Esa es ya la posición oficial de Siria e Irán, y será muy pronto, sin dudas, la de Turquía. ¿Será esto aceptado por los israelitas y palestinos?

El Kremlin pretendía organizar en Moscú en 2009 una gran conferencia diplomática sobre el Medio Oriente, anunciada en la cumbre de Annapolis, luego confirmada por diversas resoluciones de la Organización de Naciones Unidas (ONU), empero nunca se efectuó. Rusia sencillamente desestimó la coyuntura para hacer su jugada.

Pese a continuar disfrutando de gran prestigio en el Medio Oriente, las elites rusas, ya no suelen visitar esa región y, más que entenderla, la sueñan, pues en términos geopolíticos, Turquía es la única nación que, al igual que Rusia, es simultáneamente europea y asiática.

Sin embargo, esos impulsos se estrellaron con el escollo de Chechenia, antes de comenzar a concretarse siquiera, Rusia se vio cruelmente enfrentada a una forma de extremismo religioso, que disponía del velado apoyo de Estados Unidos y era sustentado por los servicios secretos tanto turcos como sauditas.

A consecuencia de ello, toda alianza con un Estado musulmán parecía arriesgada y peligrosa. Una vez reinstaurada la paz en Grozny; Rusia no conocía, o bien no quiso asumir su legado colonial. No podía ser una nación euroasiática al tiempo de pretender desconocer que nada había sucedido y aún así seguir considerándose un Estado ortodoxo que debía protegerse de sus parientes musulmanes.

E insoslayable que Rusia se auto-redefina y piense en ortodoxos y musulmanes como iguales, en vez de dejar para después la solución del problema de las minorías, y posponer para más adelante la implicación en el Medio Oriente, Rusia, por el contrario, puede afianzarse en socios musulmanes externos, otorgándoles categoría de terceros confiables y emprender el diálogo interno.

La Siria de Bachar el-Assad constituye, un modelo de Estado pos-socialista en vías de democratización que ha sabido preservar sus instituciones laicas, permitiendo el florecimiento de las grandes religiones y las diversas corrientes de las mismas, incluyendo el más intransigente Islam Wahabita, preservando al mismo tiempo la paz social.

Las elites rusas, por ahora, siguen ignorando las advertencias de su ex jefe de Estado Mayor, el General Leonid Ivashov, sobre la urgencia de formar alianzas estratégicas en Asia y en el Medio Oriente, frente al imperialismo estadounidense, empero como el politólogo Gleb Pavlovski, se inclinan a pensar que los antagonismos geopolíticos se disolverán por efecto de la globalización económica. Sólo queda ver, si Rusia perderá su oportunidad histórica en el Medio Oriente.

Comentarios
AVISO: La Jornada no puede publicar todas las colaboraciones que se reciben. Las que contengan expresiones ofensivas, reproches de delito, datos errados, o que sean anónimas, no serán puestas en línea. Los aportes atribuidos u opiniones puestas en línea, no representan el perfil ni el pensar del diario, ni de sus anunciantes.
 
publicidad
 
 
   
Inicio | Opinión | Directorio | Agenda | Revista | Video | Galeria | Juegos | SMS`s | Encuestas | Archivo
Widgets | Grupos de Sicoterapia de la Línea del Dr. Ayala | Suscríbase | Mapa del Sitio
Sobre nosotros | Contáctenos | Reconocimientos | Staff | Servicios | Publicidad