Maniatadas, torturadas, quemadas, tiroteadas, degolladas... Éste agosto, los narcotraficantes asesinaron docenas de personas en México. En Ciudad Juárez, ocho asesinatos. En Sinaloa, cinco; en Jalisco, tres más; otros dos, en Durango; otro más, en Nayarit; uno, en Nuevo León; ocho, en Cancún... Antonio Leal, alcalde de Hidalgo, asesinado a tiros desde un coche; también murió tiroteado Rodolfo Torre, candidato a gobernador de Tamaulipas; Cesáreo Rocha, ex alcalde de Hidalgo, fue asesinado; y también Edelmiro Cavazos, alcalde de Santiago ; unos pistoleros arrojaron granadas en Reynosa; explotaron dos coches-bomba en Ciudad Victoria; los soldados encontraron una fosa con 72 cuerpos de inmigrantes asesinados...
Desde que el presidente Calderón enviara al ejército contra los narcotraficantes hace tres años, han muerto más de 28.000 personas en México; trece mil, en los últimos nueve meses. Y un incremento tremendo de la corrupción. Por ejemplo, las autoridades se han visto obligadas a expulsar un 10% de efectivos de la Policía Federal por corruptos, cómplices del narcotráfico. El narcotráfico ha contaminado espacios del poder estatal. Escenario del feroz conflicto que enfrenta al Estado con los cárteles y a éstos entre sí, México no es el único país sacudido por las drogas y la cruzada en su contra.
Ya en 1933, el Senado de los EEUU denunció en el preámbulo de la derogación de la Ley Seca (que prohibía el alcohol) que nunca una norma de un estado democrático había causado tanto daño; y documentaba que no había reducido un gramo el consumo de alcohol, había contribuido a corromper la política municipal y las organizaciones de delincuentes se habían hecho más fuertes.
La cruzada contra las drogas no sirve para nada, salvo producir terribles efectos secundarios muy indeseables. Pero los mandatarios persisten, aunque esté históricamente demostrado que esas cruzadas son inútiles.
Fernando Cardoso, ex presidente de Brasil, reclama despenalizar el consumo de drogas en América Latina, como ya hicieron los ex presidentes de México, Zedillo, y Colombia, Gaviria. Pero despenalizar el consumo (como en Europa y EEUU) no resuelve el problema. Un número creciente de líderes sociales y culturales, policías, juristas, catedráticos, jueces, médicos... reivindican despenalizar totalmente las drogas. Que el Estado eduque e informe exhaustivamente sobre drogas a la ciudadanía, y atienda y rehabilite a los adictos. Pero basta de prohibición y cruzada.
Hace unos meses, Vargas Llosa hacía esa petición, tras reflexionar sobre la terrible situación de México. Concluía Vargas Llosa que la actual cruzada represiva contra las drogas no podía vencer. Para ganar, sólo cabe eliminar el beneficio de las drogas. Pero ese beneficio se eliminará si las drogas son legales y el Estado interviene. ¿Habrá entonces una epidemia de drogadictos? Experiencias de despenalización de drogas (Holanda y Suiza) no han significado un aumento relevante de consumidores y han disminuido las muertes por sobredosis.
Si tantas personas fiables ven claro el camino (que no significa sea fácil), ¿por qué no empezar ya? Según Vargas Llosa, “ el mayor obstáculo son los organismos y personas que viven de la represión de las drogas, que, como es natural, defienden con uñas y dientes su fuente de trabajo. No son razones éticas, religiosas o políticas, sino el crudo interés el mayor obstáculo para acabar con la arrolladora criminalidad asociada al narcotráfico”
Antonio Escohotado, buen conocedor de la historia de las drogas, recuerda que la prohibición hace atractiva la droga y causa algunas de sus nefastas consecuencias: “El opio -y derivados- fue usado como bendición de Dios por los médicos desde 4.000 años atrás hasta hace casi ochenta. Sus derivados son, desde luego, drogas de delicado manejo. Pero mientras fueron legales no produjeron un sólo caso de sobredosis accidental, mientras ahora matan involuntariamente a muchos jóvenes cada año. Mientras esas drogas fueron cosas decentes, sus consumidores eran gente mayor. Lanzada por la farmacéutica Bayer , la heroína se recomendaba incluso para calmar los nervios y tos de los niños pequeños. Si esa sustancia resulta hoy diabólica es porque algunos por lucro venden infiernos a los demás, pero también porque en alguna medida nosotros mismos la declaramos diabólica”. La lucha contra el crimen asociado al narcotráfico exige ésa respuesta radical y global.