En los últimos tiempos, los poderes financieros imponen su voluntad sobre la de los representativos. Ni los gobiernos socialdemócratas como el español ni los más conservadores como el francés o el alemán o ni siquiera el presidente de Estados Unidos que se considera el más poderoso del mundo pueden aplicar las medidas que inicialmente proponen.
Los Bancos no sólo han impedido que se le pidan responsabilidades por su conducta irresponsable (y delictiva en algunos casos) que dio lugar a la crisis. Han frenado la reforma de los mercados financieros que siguen funcionando bajo normas orientadas simplemente a permitir que las actividades especulativas de los financieros proporcionen ganancias más fácilmente; han impedido que se establezca cualquier nuevo tipo de control para evitar la acumulación ingente de riesgo que sus actividades conllevan. No están dispuestos a consentir que se establezcan impuestos o tasas sobre las transacciones especulativas o ni siquiera sobre sus extraordinarios beneficios. Han evitado que desaparezcan los paraísos fiscales o que se evite de una vez que los bancos sean quienes laven en sus oficinas el dinero de traficantes, proxenetas, terroristas y criminales de todo tipo. Después de haber recibido incalculables sumas de dinero en ayudas de todo tipo siguen sin proporcionar a empresarios y consumidores el crédito que necesitan para reactivar la economía.
Han logrado que la ciudadanía crea que todo esto es inevitable. ¿Qué diríamos si los líderes del mundo permanecieran callados ante ataques terroristas? ¿Nos parecería normal que los presidentes de los gobiernos se sentaran con los terroristas para llevar a cabo las medidas políticas que éstos les propusieran? ¿Por qué entonces se reconoce que hay terrorismo financiero o dictadura de los mercados y, sin embargo, se permanece en silencio y no se apela a la fuerza de la democracia, al poder de la ciudadanía para hacerle frente? Se está llamando valientes a los gobiernos que adoptan medidas antisociales de los últimos tiempos, a los que callan ante la extorsión de los poderes financieros, que cargan sus costes sobre las espaldas de los trabajadores. Es el mundo al revés, porque no puede haber una expresión más clara de cobardía.
¿Cómo pueden hacernos creer quienes han construido el Estado de Bienestar en España que ahora están de acuerdo con su desmantelamiento? El asentimiento generalizado no es el resultado del convencimiento sino de la sumisión.
Muchos economistas científicos de gran prestigio e incluso de diversa trayectoria y posición intelectual, como Stiglitz, Galbraith o Krugman vienen señalando que las políticas de austeridad y de desregulación absoluta van a impedir la recuperación económica. Los recortes sociales que los poderes imponen en medio de la confusión y desde su posición de ventaja sólo van a fomentar la actividad especulativa al mismo tiempo que se multiplican la escasez, el desempleo, la pobreza y la exclusión social.
Nada de esto es inevitable. Se puede hacer que la economía funcione mejor fortaleciendo la generación de rentas en lugar de frenándola; disponiendo de Banca pública que garantice que las empresas y los consumidores dispongan de financiación; estableciendo normas, impuestos o tasas que desincentiven la ganancia financiera y frenen las transacciones especulativas; controlando los movimientos de capital que no estén ligados a operaciones productivas. Se pueden obtener recursos públicos recurriendo a fuentes más equitativas y eficientes y sabemos que allí donde el Estado de Bienestar está más fuerte, hay mejores resultados económicos, más progreso y mejor y más sostenible actividad económica. Mientras que es una evidencia clamorosa que las políticas de privatización, de desregulación y de austeridad de los últimos decenios y que ahora nos imponen aún en mayores dosis han generado menos crecimiento económico, menos empleo, más desigualdad y pobreza, menos derechos sociales, mayor número de crisis y más peligrosas, más destrucción ambiental y sólo, eso sí, mucho más beneficio para los financieros y las grandes empresas. Así pues, ni es inevitable someterse a los dictados de los mercados ni se van a resolver los problemas sometiéndose a ellos. Por el contrario, es seguro que al hacerlo se agravarán en el futuro. Sólo falta decisión y valentía.