Las prioridades de la política de población han variado de acuerdo a las necesidades del país y del Estado. Al comienzo del siglo pasado (XX) la meta demográfica se orientaba a la pro natalidad, bajo la lógica de lograr un adecuado poblamiento de la amplia superficie de los países latinoamericanos.
Posteriormente con el boom demográfico de los setenta fue necesario implementar acciones de contención al aumento de la población, por lo que se efectuaron distintos programas de planificación familiar, bajo el argumento de que las familias pequeñas viven mejor, aumentando las posibilidades de brindar mayores satisfactores a las generaciones futuras.
Esta última meta actualmente ha sido alcanzada, podemos decir que la política de población funcionó, reduciendo las tasas de natalidad y mortalidad de manera conjunta, avances importantes en el proceso de transición demográfica.
Sin embargo, la dinámica de las sociedades actuales ha transformado los objetivos funcionales de la política de población, enfocándose sobre todo a una multiplicidad de temáticas que afectan a los ciudadanos y por tanto al desarrollo de nuestros países.
Podemos decir que pasamos de un reto lineal a uno trasversal, donde convergen distintas problemáticas y elementos propios de una sociedad más globalizada, que tiene mayores posibilidades para informarse, y de esta manera tomar mejores decisiones en su vida. Queda por tanto más que claro que la política de población no es una cuestión aislada, sino integral y estratégica para el desarrollo económico, social y cultural de América Latina.
Si tomamos en cuenta el momento poblacional que vivimos actualmente, donde habitan en nuestra región el mayor número de jóvenes (15 y 24 años) que haya habido en la historia, podremos dimensionar un importante reto demográfico que se ha convertido en una de las prioridades de la política de población: La salud sexual y reproductiva de la población joven.
De acuerdo con la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo celebrada en el Cairo en 1994, la salud reproductiva es “[…] un estado de bienestar físico, mental y social en todos los aspectos relacionados con el sistema reproductivo y con sus funciones y procesos”. De esta manera están presentes los derechos de los hombres y mujeres para obtener información y acceso a elementos que amplíen su capacidad de elección en términos de procreación (métodos de planificación familiar) y a servicios de salud adecuados para tener embarazos y partos sin riesgos.
Por otro lado, la salud sexual se refiere al “[...] estado de bienestar de hombres y mujeres para tener una vida sexual placentera y segura”. Es un concepto que tiene que ver con el desarrollo de la vida y de las relaciones personales, y que va más allá de un asesoramiento en materia de reproducción y enfermedades de transmisión sexual.
Los derechos sexuales son parte de los derechos fundamentales de la humanidad, éstos se refieren al respeto de la integridad física del cuerpo humano, al derecho a la información de los y las adolescentes, a la educación sexual y a servicios de salud adecuados. En este tenor es importante tomar en cuenta el conocimiento y uso de los métodos anticonceptivos, los cuales son elementos indispensables para ejercer la sexualidad sin riesgos de embarazos no deseados o de contraer una enfermedad de transmisión sexual (ITS) como las consecuencias físicas inmediatas de efectuar una práctica sexual sin prevención.
Vemos penosamente que pese al conocimiento por parte de los jóvenes respecto a los métodos anticonceptivos, el uso cotidiano de los mismos comienza hasta las edades más avanzadas debido a distintos aspectos culturales y a los abundantes mitos y tabúes existentes, los cuales se transmiten sin bases fundadas desvirtuando la información y aumentando los riesgos en su vida sexual.
Hoy en día el objetivo prioritario de la política de población se ha modificado. Vivimos un contexto de libertad de decisión, en el cual la información con la que contamos nos permite tomar decisiones mejor planeadas. Sin embargo, los retos demográficos con cada vez más complejos por lo que es necesario promover el conocimiento del abanico de opciones, sobre todo materia de salud sexual, para los jóvenes de Latinoamérica. Debemos por tanto poner atención en los valores, principios y en las prácticas tradicionales relativas a la salud sexual, pues la buena práctica de estos elementos conduce a una vida mejor planeada, con lo cual gana el individuo y el Estado.
Los jóvenes de hoy son la generación más instruida, la más comunicada, la más globalizada. A nuestra región le favorece enormemente que la juventud sea responsable, consciente, valiente, emprendedora, curiosa, que aprenda de la experiencia de sus ancestros y padres, que pierda el miedo a preguntar, pero sobre todo que tome sus decisiones de la manera más racional e informada posible.