Un crimen psicológico es un acto a través del cual una persona daña emocional o moralmente a otra, a través de lesiones en su integridad psicológica. Los criminales psicológicos se sirven, para lograr sus propósitos de diversos tipos de armas, de estrategias de manipulación cuyo objetivo es que "el otro" se humille, se inhiba, se anule, se esconda, se calle, huya, pida perdón, se entregue, se rinda o cambie su forma de pensar, sentir o actuar en favor del manipulador. Para lograrlo, el victimario estimula o induce en su víctima sentimientos negativos y limitantes, a fin de que se sienta inadecuado, inferior, incapaz, insuficiente, poca cosa, menos, nadie, nada. La meta es, a final de cuentas, afectar con el equilibrio mental, para lograr controlar su voluntad.
Entre los métodos más comunes de los cuales se sirven estos agresores mentales, están: la indiferencia, los gritos, las amenazas y las culpabilizaciones. Este tipo de crimen, puede hacerse de forma consciente, o sin que tengamos la menor idea de lo que estamos haciendo y causando. En algunos casos, el crimen psicológico es cometido por uno contra uno mismo, usando para ello recuerdos dolorosos o preocupaciones amenazantes que nos desestabilizan la psiquis y producen respuestas somáticas en forma de enfermedad.
En cuanto a dañar a otros, cometen crímenes psicológicos los médicos que acaban con las esperanzas de sus pacientes al cerrarles toda posibilidad de recuperación, con palabras desintegradoras como "incurable", "imposible", "nunca" o "siempre", en franca demostración de ignorancia e insensibilidad. Apoyados en una ciencia, cambiante e inexacta, anulan el poder del amor y de la fe. Cometen crímenes psicológicos los abogados que se dedican a destruir pudiendo negociar, al igual que los jueces "tarifados" que privan a muchos de su libertad, de manera ilegal y cruel. Cometen crímenes psicológicos los padres que en lugar de acariciar, halagar y respetar a sus hijos, los regañan, humillan, comparan, critican y maltratan, más por hábito o desahogo, que por justicia o requerimiento disciplinario. Muchos padres son criminales peligrosos, pues atacan a diario sus hijos, que están en posición débil y dependiente. En el hogar se gestan incontables traumas de los que no queda ni evidencia ni castigo.
Comete crímenes psicológicos un presidente de la republica, cuando ínsita a los criminales en contra de personajes de la política que este entiende que entorpecen sus planes y propósitos, y también cuando el presidente le dice a las víctimas de la delincuencia que no pongan resistencias, que se dejen matar, impunemente, que se dejen violar, robar, secuestrar impunemente porque sabe de entrada que las autoridades jamás harán algo para protegerlos.
¿Qué hacer frente a todo esto? Comencemos por no practicar ni justificar estas modalidades de ataque a nuestros semejantes, en ninguna de sus manifestaciones o contextos. Si nos descubrimos en ello, es nuestro deber rectificar y evitar la reincidencia. También, podríamos ayudar a otros a darse cuenta de situaciones que resultan por habituales, regularmente inadvertidas. Es posible promover la convivencia basada en valores más positivos, y denunciar los intentos de abuso cuando se presenten. Cada uno que haga lo suyo y el mal encontrará freno.