Quizás frustrante sea el calificativo más idóneo en el año 2010 para Europa y los Estados Unidos. Han transcurrido ya, tres años desde el estallido de la burbuja y más de dos, desde el desplome de Lehman Brothers.
A decir verdad, 2010 fue toda una pesadilla. Las crisis de Irlanda, Grecia, Portugal, España e Italia colocaron en tela de juicio la viabilidad del euro e incluso hicieron pensar en la posibilidad de una suspensión del pago de la deuda.
Durante el último año, las contradicciones que han quedado al desnudo son: por un lado, contar con una política monetaria, y por el otro, implementar distintas políticas fiscales, lo que ha generado un debate respecto a si Europa precisa una unión fiscal más profunda para salvar al euro.
En este 2011, ya se está perfilando como una prueba, en torno a si Europa estará en capacidad de defender su moneda única, el elemento central de 60 años de esfuerzos destinados a fortalecer la unidad política y económica de ese Continente.
El fondo que analizan es el componente primordial de un paquete más amplio constituido por 3 billones de euros (millones de millones), que también abarca compromisos del Fondo Monetario Internacional (FMI) así como de otras fuentes.
Los gobiernos de la Unión Europea (UE), evalúan propuestas para incrementar sustancialmente el fondo de rescate para los países de la zona euro, un sintomático reconocimiento de que éste podría resultar insuficiente si la crisis de la deuda trasciende a España.
A ambos lados del Atlántico, el desempleo siguió persistentemente elevado rondando el 10 por ciento. Las decisiones del nuevo año adoptadas en Europa y en los Estados Unidos de América (EUA) fueron desacertadas. La reacción ante los fallos y el derroche del sector privado que habían causado la crisis, fue pedir austeridad al sector público.
El Banco Central Europeo (BCE) intensificó sus esfuerzos para estabilizar los mercados de bonos de los países de la zona euro y compró la deuda de Portugal para contrarrestar una oleada de ventas, afirmaron operadores del mercado.
Aún así, no se espera que la intervención del BCE salve a Portugal. Un creciente número de inversionistas considera que el gobierno de Lisboa no tendrá más alternativa que solicitar un rescate en las próximas semanas. Numerosos economistas opinan que, en esta ocasión, la intervención del BCE es mucho mayor a medida que vuelve a aflorar la crisis de la zona euro y crecen las dudas acerca de la capacidad de pago de Portugal.
En el orden, después de Portugal, España es considerada como el siguiente país de la zona euro, que corre el riesgo de ser marginado de los mercados de capital. Los economistas afirman, que es menos probable que España necesite un rescate, porque su deuda pública es bastante menor.
Empero, no puede descartarse un colapso de la confianza en la deuda española, sostiene la mayoría de los analistas, debido, en parte, a la incertidumbre respecto a la salud de los bancos del país.
Siendo que la economía española es significativamente mayor que las de Portugal, Grecia e Irlanda, su caso es considerado como la verdadera prueba de fuego para medir la capacidad de Europa para resolver su crisis.
Portugal, tiene una deuda muy inferior a la de Grecia y carece de los problemas del sistema bancario irlandés. No obstante, el país, sufre de un crecimiento crónicamente bajo que, combinados con sus necesidades de financiamiento, torna cada vez más difícil que el gobierno controle la deuda y mantenga su solvencia.
Fuentes cercanas indican que otros gobiernos de la zona euro, incluyendo los de Francia y Alemania, desde noviembre 2010, han venido exhortando a Portugal, para que solicite un rescate del FMI y la UE. En tanto, a nivel oficial, Berlín y París niegan las presiones sobre Portugal.
Aún así, en Bruselas, los funcionarios europeos debaten cuál es la mejor forma de ayudar a los países de la zona euro a afrontar sus problemas de deuda. De todas maneras, muchas autoridades de dicha zona, temen que la persistente incertidumbre acerca de Portugal haga que la crisis de confianza se propague a España, una economía mucho más grande.
El gobierno español asegura que no requiere ningún rescate y muchos economistas concuerdan en que un nivel relativamente bajo de deuda coloca a España en una situación mucho más sólida; pese a ello, el país sufre los coletazos de un colapso inmobiliario y el desempleo circunda el 20%.
Reconocen los funcionarios europeos, que Portugal no puede ser forzado a solicitar un rescate, el BCE que presionó a Irlanda para que pidiera ayuda en el año 2010, tiene menos influencia sobre Portugal, cuyos bancos a diferencia de los irlandeses, no están sufriendo el colapso de sus carteras de crédito y tampoco dependen de fondos de emergencia del Banco Central para subsistir. Son los signos de la crisis financiera Europea.