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actualizado 28 de enero 2011

¡Que sacrosanta canallada!
¡Y que viva el nuevo pecado!
Por Mario Fulvio Espinoza

¡Que paradoja, compadre!... ¡Que sacrosanta canallada! Así diría Cantinflas al conocer la última majadería de los obispos al declarar que ES PECADO votar por la reelección y sobre todo por la del comandante Ortega.

Metidos hasta los tuétanos en política, a estos santos fariseos del patio no les cabe en la sesera que están diciendo disparates. Dislates que desdicen de su profesión dizque de pastores de paz, para trocarla en la de inquisidores, agitadores del odio, el terror y la confrontación.

Si no fuese por la tendenciosa maldad que encierran sus anatemas, podríamos calificar de majadera la campaña política que ellos se traen entre manos, que sin duda es corrupta, sucia y abusiva por cuanto actúan bajo la piel de "intocables y sacrosantos señores de la Iglesia" y hablan y amenazan asumiendo la representación de todo el pueblo nicaragüense, cuando éste jamás les ha otorgado ni delegado esa potestad política.

Si de verdad estos fariseos tuvieran en cuenta el bienestar del pueblo, mejor y más honrado sería que bajasen a la llanura a fundar su propio partido político desde el cual derribar al odiado Daniel, o bien, como desea pero no lo hace el obispo Mata, levantar en armas a su rebaño contra el gobierno, ya que desde su propia cobardía no pueden hacerlo.

Ya veremos como en esta lucha, en la que se une el infundio y la hipocresías de los obispos como armas contra el gobierno, si ayer era pecado practicar la caridad desde el sitial del Estado y hoy es "pecado" pensar en la reelección del Presidente, mañana, téngalo seguro, será un maldito hereje quien ejerza su derecho a votar como le entre en gana, y pasado mañana se levantará el cadalso donde los doctos fariseos, dueños de las verdades eternas, quemaran vivos a los herejes que no siguieron sus consejos políticos partidarios.

A ese paso, llegará el momento en que tendremos como gobernantes a esas esclarecidas mentes de la hipocresía, y nadie dude que otra vez reinará en nuestro país el terror manifiesto y latente que existía durante la Santa Inquisición, con sus ribetes diabólicos de crímenes, pánico, sospecha, delación, prisión y tortura por presunción, y como fin la hoguera al réprobo, aunque este tuviera la razón.

Es una santa canallada proclamar que la reelección es un pecado. La reelección es una opción política que nada tiene que ver con curas, curias ni papas, que, por cierto, ni siquiera la practican en la Iglesia porque, atrasada en los siglos, ésta sigue siendo una monarquía absoluta que no respeta ningún procedimiento razonable y democrático. ¡Qué democracia reclaman estos curas, si ellos en el seno de su institución, dan el peor ejemplo de autocracia, pedofilia, monarquismo, franquismo y antidemocracia!

Sin embargo, sin ambages estos obispos mitrados han proclamado el nuevo pecado de la reelección. Nos perece ver ya en el infierno a los colombianos que votaron por la reelección de Uribe, los que lo hicieron por Bush y por tantos otros presidentes que repitieron no una sino varias veces en sus cargos. Estos pueblos –según estos curas angelicales-, ya están listos y servidos para la sartén del diablo por elegir la reelección a la hora del voto.

Optar por la reelección es un nuevo pecado que pesará sobre la espalda de nuestro pueblo y que vendrá a aumentar el stress del ciudadano común y creyente que aún comulga con las ruedas de molino que le ofrecen estos señorones tonsurados, que condenan el hambre desde sus vientres abultados. ¡Sepulcros blanqueados!, les diría Cristo.

¿Cuánto pudieron hacer contra la ignorancia y el hambre los obispos desde la época en que pisaron tierra nicaragüense y convirtieron a la Iglesia en el primer estado social en cuanto a posesiones de tierras y riquezas, tráfico de influencias e injerencia directo en las cosas del Estado? ¿Qué cambio cultural no hubieran sido capaces de heredarnos si en vez de predicar la sumisión, el miedo al infierno, el fetichismo y la creencia en dogmas, nos hubieran dado libertad de conciencia y raciocinio?

Condenan y llaman "populista" a los esfuerzos que hace el gobierno por alfabetizar, dar salud, educación y proporcionar un mínimo palpable de bienestar a los pobres del país, sin embargo durante los 16 años de neoliberalismo salvaje y abusivo, jamás levantaron su voz para criticar las acciones de los Chamorro Alemán y Bolaños con los que se identificaron en cuanto a clase social y servilismo imperial. ¿Es que acaso esos gobiernos y la jerarquía aliada hicieron algo, lo mínimo, para siquiera paliar tantas calamidades?

Ahora esos señorones bien comidos, incluso predican contra la caridad cristiana si es la ejercida por el gobierno. ¿No es que la caridad es una de las virtudes teologales del hombre? ¿O es que el acto de caridad pasa por la calificación "cristiana" de esos santos pluscuamperfectos de la curia?

Si condenan actos de caridad, que no es eso lo que ejecuta el gobierno, cómo gritarían cuando llegue la hora de reclamar la verdadera justicia social que devendría de una verdadera democracia popular, en la que el pueblo todo sea el dueño de su propio destino, de su capacidad de razonar y decidir sin tener que inclinarse ante los becerros de oro, predicadores de hecatombes, oscurantistas iluminados y exponentes del terrorismo psíquico?

Por fin, estos obispos, verdaderos lobos disfrazados con piel de oveja, reclaman porque la cedulación se cobra, pero ellos cobran por administrar los sacramentos de la santa madre Iglesia, hacen pingüe negocio con la educación católica, comercian con las indulgencias, venden rezos, misas, reliquias y bendiciones.

Para cualquier ciudadano que tenga un poco de raciocinio, el cristianismo que nos impusieron por medio del terror y el crimen los conquistadores y curas españoles no ha sido ninguna bendición divina, sino un sistema de alienación basado en falsedades mágicas que destruyeron la personalidad de aquellos que por fe ciega, ignorancia, miedo o terror, se dejan envolver en ese maligna red.

Entremos pues, a la época de la Sacra Hipocresía y de la Santa Canallada... ¡Y que viva el nuevo pecado!

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