La revolución tecnológica en el mundo occidental, especialmente en los medios de comunicación, ha permitido en los últimos 20 años un acceso cada vez más fácil de los ciudadanos árabes a la realidad que el aparato propagandístico de sus tiranos les ocultaba. La televisión por satélite primero, con Al Yazira al frente, e Internet y los teléfonos móviles después, reforzados por las redes sociales en los últimos años, abrieron una grieta en sus sistemas políticos y aceleraron su pérdida de legitimidad.
Las protestas ciudadanas con coraje y pasión han derrocado en tan solo 4 semanas a dos de los más insignes dictadores del mundo árabe, como Ben Ali en Túnez, y Hosni Mubarak en Egipto. Los cambios democráticos en la mayoría de las naciones de Europa del este y sur, parte de Asia y África, han traído una oleada de resistencia ciudadana que va más allá de las consecuencias y represiones gubernamentales.
En países como Siria, Libia e Irán, cada vez es más frecuente observar impulsos ciudadanos aunque tímidos aun, que día a día van ganando más adeptos y espacios públicos. Los dictadores se aferran al poder a través del dinero, las botas militares y todo tipo de persecuciones e intimidaciones.
La era Obama ha traído una estela de cambios, donde los impulsores de las revoluciones no has hacen inspirados necesariamente por el odio a occidente muy en especial a Israel y Estados Unidos. Por ejemplo los Hermanos Musulmanes en Egipto, agradecen la buena disposición del presidente Obama, al apoyar una salida democrática en Egipto sin Mubarak o sus familiares.
En Argelia comenzó esta semana otra revolución donde los civiles en las calles están llamando a la renuncia de todos los líderes gubernamentales y a un llamado inmediato a nuevas elecciones. En Jordania y Marruecos los gritos de cambios ahogan los oídos de las monarquías, desgastadas por la riqueza fácil, la apatía y el apoyo inconmensurable de la Unión Europea y Los Estados Unidos.
Los tiempos de revolución parecen haber llegado al mundo árabe y posiblemente a otros continentes. Las épocas de tiranos ya no son bienvenidas.
Las propagandas gubernamentales de las dictaduras tratan en vano de apagar la llama perenne que se está encendiendo en países que en los últimos 30 años no han conocido ni remotamente lo bello y hermoso que es vivir el progreso con libertad.