Las redes sociales han jugado un importante papel a la hora de movilizar y conectar a la ciudadanía, siendo al mismo tiempo una gran caja de resonancia a nivel mundial, pero debemos tener cuidado con tanta euforia ya que pueden llegar a ser armas de doble filo. Igual que las utilizan los demócratas para sus fines, también les sacan un buen partido los regímenes dictatoriales para identificar a la oposición, detenerla o capturar información.
Utilizan las nuevas herramientas para intoxicar, manipular y mentir. Independientemente de las bondades de las redes, conectarse a Internet en alguno de los países que luchan por conseguir un régimen democrático es una auténtico peligro. Un corresponsal de un importante medio de comunicación español llega a gastarse más de 4.000 euros anuales en adecuar su conexión a Internet.
Lo que significa que muchos ciudadanos no puedan hacerlo por obvias razones económicas. Pero hay que reconocer que, gracias a las redes sociales, las noticias han llegado a las televisiones y estas se han convertido en las protagonistas. No hay nada mejor para que triunfe un movimiento ciudadano como el de Egipto que una cámara de la televisión Al Jazeera retransmita en directo la concentración, día tras día, a pesar de que el régimen de Mubarak cortara el acceso en numerosas ocasiones.
Sin embargo el 2011 se recordará por las múltiples movilizaciones prodemocráticas. Comenzó Túnez con sus manifestaciones y convocatorias a través de móviles o Internet pero en este caso hubo un hecho de gran relevancia. Tras la inmolación de joven Mohamed Bouazizi, su familia y amigos grabaron con móviles declaraciones de la madre o las protestas frente al ayuntamiento subiéndolas a Youtube y distribuyéndolas por otras redes sociales, de forma que el mundo entero vivió casi en directo los efectos de esta inmolación. Una vez en la red, las imágenes se pudieron ver en la televisión catarí que a su vez las había rescatado de Facebook. Y de la televisión Al Jazeera fueron a parar a las grandes cadenas mundiales.
Pero como afirma la periodista y bloguera egipcia Mona Eltahawy, “Facebook o Twitter no inventaron el coraje”. La fuerza y la valentía para enfrentarse a una dictadura la ponen las personas, debido a la desesperación a la que han llegado, como consecuencia de falta de empleo, de futuro, de escasez, de libertad, de derechos humanos. Lo que ocurre es que esos explosivos deseos de una vida mejor han contado en estos momentos con unas herramientas muy útiles que han permitido que el mundo lo vea y que sus dictadores de turno queden en evidencia de la forma más traumática para ellos.
La empresa Facebook dice tener más de cinco millones de usuarios en Egipto frente a los 231.000 de Yemen. Son cifras muy distantes pero que van en aumento día a día.
Pero otros países más herméticos como Siria han vivido sus revoluciones de diferente forma. Aquí han sido también los vídeos grabados por mujeres (tres de ellas murieron) que acudían a la calle a protestar por las detenciones de su maridos, la única información que ha llegado al exterior.
Al volver a sus casas esos vídeos eran subidos a Youtube y de ahí han llegado a todos los medios de comunicación. No hay que olvidar que muy pocos periodistas han podido entrar en Siria y prácticamente todas las páginas web o blogs están siendo gestionados desde el exterior con el apoyo económico de empresarios sirios exiliados. Paralelamente Amnistía Internacional ha hecho un llamamiento a las compañías de telefonía e Internet ya que gracias a ellas se ha podido identificar y detener a opositores. De hecho, en Siria, el Gobierno de Assad ha estado manipulando Facebook y convocando falsas manifestaciones.
La organización de Derechos Humanos de Bahréin, que trabaja desde Facebook porque le cerraron su página de Internet hace años, insiste sobre las numerosas detenciones. La bloguera Almira Al Husaini opina que el gobierno “tiene un ejército de funcionarios para vigilar Internet” y el presidente del Centro de Bahréin por los Derechos Humanos ha sido la primera persona procesada en el mundo árabe por haber enviado un tweet, aunque peor final tuvo el bloguero Zakariya Rashid Hassan al Ashiri que moría en extrañas circunstancias mientras estaba detenido bajo custodia gubernamental.
En todos los casos, las redes sociales han sido excelentes altavoces de lo que ocurría pero no hay que olvidar que también son unas fantásticas armas de control para los dictadores.