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actualizado 2 de junio 2011

Postalita de Marcio a doña Violeta
Dicen que Nicaragua siempre sorprende
Por Marcio Vargas Aguilar

Sus familiares más cercanos invitaron públicamente al periodismo nacional a respetar la privacidad de la ex presidenta de Nicaragua, Violeta Barrios viuda de Chamorro, quien desde hace un tiempo se dijo pasa por una delicada crisis de salud.

En otro países del mundo, y peor entre los medios periodísticos de aquellos lugares donde se creen los más "civilizados", como los yanques o los ingleses o los españoles, alemanes, franceses..., en fin, incluso en el vecindario centroamericano, ese pedido legítimo de la familia de doña Violeta no habría tenido el menor eco y sobrarían en jauría los paparazzis y todo ese emjambre apestoso del amarillismo criminal.

Cuando leí la nota de la familia de la ex mandataria nicaragüense, pensé que estaban locos si esperaban una respuesta positiva, sobre todo aquí, adonde el periodismo vive en libertinaje desenfrenado y cada día uno lee, ve y oye cada cosa, entre ellas vulgaridades, insultos, injurias, calumnias y ofensas, especialmente en el caso de algunos medios de poder económico en contra el gobierno, y en particular contra Daniel, Rosario y resto de la familia de ellos (hasta llegaron al colmo un día de estos de irrespetar la memoria de una mujer tan extraordinaria, luchadora, digna, patriota, revolucionaria a tiempo completo, como lo fue y lo demostró cada día de su vida, doña Lidia Saavedra de Ortega...), y creí, pues, que nadie haría caso.

Pero dicen que Nicaragua siempre sorprende. Y al menos hasta donde he podido advertir, todos mis colegas periodistas... (que entre nos luchamos muchas veces totalmente fuera de tono, divididos en bandos políticos en una nación que aún se encuentra aprendiendo a vivir en paz tras una eterna historia de violencia y guerras demasiado crueles y salvajes y sangrientas), y enfatizo que son TODOS los colegas quienes pueden sentirse orgullosos de haberle dado, en este caso de dolña Violeta, una lección a los periodistas "civilizados" de otros lares que nos ven con desdén sólo por ser de un país empobrecido en el centro de la cintura de América.

Y si yo me he tomado la libertad de dirigir esta vez una de mis postalitas a doña Violeta, debo explicar que es por algunas razones personales, y de ninguna manera con el afán de irrespetar el pedido de su familia.

Igual que los familiares escribieron, yo espero que doña Violeta logre superar este trance y viva más años para alegría de quienes la rodean y la aman.

Mi madre, más o menos contemporánea de doña Violeta, vivió terribles crisis de salud en los últimos años, resistió incluso riesgosas, dolorosas y difíciles operaciones (cinco en total) en un lapso de 36 meses. Pero doña Alicia (así se llama mi madre) salió adelante gracias primero a su fe en Dios inquebrantable y profunda, y claro, gracias al tan determinante y desinteresado apoyo de médicos y hospitales de León, del Lenín Fonseca, el centro de salud de Nagarote (que lleva el nombre de mi padre, un médico fallecido en 1988), las brigadas de médicos sandinistas..., y especialmente, muy especialmente, del hospital militar del Ejército de Nicaragua.

Las hijas y los hijos de doña Alicia (y nietas, nietos, bisnietas y bisnietos) nunca podremos compensar, ni olvidaremos ni dejaremos de agradecer el apoyo médico. Y he dicho que especialmente del hospital Dávila Bolaños, porque tanto los médicos militares René, Hugo, el chaparro Carmona y todo el personal de ahí, como los jefes y mandos del Ejército, mis amigos, mis hermanos de años, no dudaron en tendernos la mano sabiendo que somos una familia pobre y que mi madre se mantiene con una pequeñita pensión de viudez del Seguro Social y con lo poco que podemos compartir con ella sus familiares que no somos potentados ni mucho menos.

Así pues, doña Alicia ahí está todavía y nos bendice con sus besos y caricias cada vez que logramos pasar ratos con ella en su vivienda de siempre en Nagarote, y por eso comparto las esperanzas de la familia de doña Violeta.

Claro, nosotros no tuvimos necesidad de pedir respeto a la privacidad de nadie, porque si bien sus hijas e hijos consideramos a doña Alicia como una de las mejores y más importantes mujeres del mundo, ella nunca fue adinerada ni ha sido un personaje público. Ella ha sido sí, madre..., madre de verdad.

Pero hay más razones que deseo mencionar para justificar mi atrevimiento de dirigir una nota a doña Violeta. Una de ellas es en respuesta a algo que me dijo un día de estos un líder político con el que no comparto ideas pero sí amistad, quien medio en broma y medio en serio soltó: "mientras doña Violeta esté delicada de salud vos estás jodido, porque no vas a poder seguir escribiendo sobre sus familiares metidos en la polìtica a quienes les has dado duro en tus postalitas".

Decidí tomarlo sólo a broma para evitar el debate inútil, pero reflexioné sobre ello y concluí en lo siguiente: una cosa no tiene nada qué ver con la otra, especialmente porque se trata de personas distintas por muy parientes que sean.

Debo aclarar que conozco a doña Violeta desde que yo casi niño, allá por 1975-76 empecés a trabajar de periodista bajo la dirección del marido de ella, el Dr. Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en el diario La Prensa de Managua. Y así como fue su marido antes de ser asesinado por el somocismo en enero de 1978, así ha sido ella siempre: dice lo que piensa y cree en lo que dice. Y con ninguno de ambos compartí yo nunca su ideas políticas, pero respeté al Dr. Chamorro por su sinceridad, es decir, no trató jamás de engañarme haciéndose pasar por lo que no era. Nunca fue oportunista políticamente y tampoco fue traidor. Y aunque él sabía lo que yo pensaba, siempre me respetó en ese sentido, y eso que yo era un niño a su lado.

Doña Violeta creo incluso que ha sido más transparente. Desde que la conozco habla con tal vez incluso demasiada claridad sobre lo que cree y piensa. E igual, siempre me respetó, y siempre me trató con lo que su marido llamaba "gentileza republicana", que es lo que estamos haciendo con ella ahora en momentos de la delicada enfermedad que sufre.

Cuando fue presidenta de Nicaragua, yo mantuve las mismas buenas relaciones con doña Violeta que en los tiempos de mi trabajo en La Prensa, y aunque cada vez que nos veíamos (me invitaba incluso a platicar algunas veces en el despacho presidencial sin motivo especial aparente) me lanzaba algunos dardos recordándome mi trabajo de editor jefe en el diario Barricada del FSLN en la década de 1980, ella ya sabía lo que le respondería sobre un hijo suyo, lo que siempre celebraba doña Violeta con una alegre risa.

En la primera cumbre iberoamericana en Guadalajara, México, hubo un casi incidente con doña Violeta ante Fidel Castro. Se encontraron en un momento y ella le dijo que dejara el poder en Cuba o algo así, con poca o nada de diplomacia, pero Fidel, todo un caballero, se limitó a saludarla con respeto y siguió su camino como que no hubiese oído lo que en otro caso quizás hubiese sido considerado por el líder de la revolución cubana, como una impertinencia intolerable.

Eso me hace respetar a doña Violeta. Como respeto a cualquier otra persona dedicada a las lides políticas aunque sus ideas sean antagónicas con las mías, pero que no se andan escondiendo o disfrazando para engañar y traicionar y apuñalar por la espalda. Incluso es respetable y legítimo que cualquier persona cambie de forma de pensar en lo político, pero se le rspeta en la medida que lo haga sin engaños, sin escondrijos, sin ser TRAIDORES, como algunos de los parientes de doña Violeta lo son, sin que ella tenga kla culpa de eso.

Y para no alargarme, sólo quiero mencionar que he estado pensando en doña Violeta en estos días porque cuando era presidenta del país, siempre nos encontrábamos en algún acto en el Día Mundial del Medio Ambiente, cada 5 de junio, fecha que coincide con mi cumpleaños. Ella siempre me felicitaba por el cumpleaños (a estas alturas ya no siento mucha felicidad que digamos) y yo siempre le preguntaba que cuándo iba a cumplir una promesa que me hizo en junio de 1990, de realizar un trabajo para proteger el ambiente de la Loma y la Laguna de Tiscapa, adonde para ello habría que afectar algunas instalaciones militares y policiales.

La primera vez me dijo que "el año que viene vas a ver", pero cada año pasaba y nada. Hasta que me dijo allá por 1995, no recuerdo bien, lo siguiente: "vos lo que querés es echarme a pelear con tus amigos militares, porque vos seguís siendo sandinista, nunca te compusiste". Yo sólo le contesté con una sonrisa de "gentileza republicana"y ya no le volví a preguntar sobre el tema.

Espero en Dios, pues, que doña Violeta se recupere y le informo que la incluyo siempre en mis oraciones de todos los días.

Un saludo respetuoso hasta su lecho de enferma, doña Violeta. Patria y Libertad

Periodista nicaragüense*
Orden de la Independencia Cultural "Rubén Darío"*

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