Todo es lo que es, un incesante volver a empezar. Cada día es una nueva oportunidad que se nos presenta; no en vano, la vitalidad se revela más que en la capacidad de resistir, en la capacidad para volver a nacer. El aluvión de fracasos que vive actualmente el mundo, debe generar otro aluvión de vueltas y revueltas para comenzar otra vez con más ingenio y lucidez, que en el pasado. Todo es mejorable y todo debe ir mejorándose. O sea, hermanándose, conviviendo y viviendo la gran oportunidad de crecer como persona y de progresar como sociedad civilizada. Esto es lo fundamental. Y no un sistema de producción que deshumaniza y degrada al ser humano. A mí, personalmente, no me interesa para nada esa recuperación mundial que sólo entiende de productividad, no es la liberación humana que el mundo precisa, puesto que es una reparación sometida a tensiones, que genera desequilibrio entre naciones y dentro de los países, donde la factura mayor siguen pagándola los pobres.
Hay que volver a empezar de manera distinta, y la primera consideración para ese inicio, ha de ser la estima a la persona, el respeto de sí mismo y el respeto por los otros. En consecuencia, el aprecio por el individuo parte del mismo derecho y deber de poder realizar una actividad, llámese trabajo, que produzca una modificación del mundo que habitamos. Todos tenemos la obligación de aportar nuestro talento para construir un planeta, no de conveniencias, sino de convivencias. Precisamente, el alarmante desempleo mundial es una fuerza contraria a la propia naturaleza existencial. Lo peor que le puede pasar a un país es que sus jóvenes pierdan la esperanza de encontrar un empleo, y tengan que emigrar a otras naciones en busca de futuro, si no quieren acrecentar la bochornosa lista de la "generación perdida", destinada a sufrir el desempleo perennemente.
Será tremendo, pues, consentir que haya "generaciones perdidas" en un mundo que precisa construirse a diario, abrirse camino a la convivencia. Cada amanecer requiere de nuestro trabajo, cansancio y entusiasmo, para alcanzar ese estado de bienestar que todos nos merecemos. Más importante que producir es poder sentirse bien, saber compartir caminos y abrazar una vida soportable para todos. Desde luego, nada se consigue sin trabajo, porque aparte de ayudar siempre a descubrir lo que uno tiene dentro, debe contribuir a comprender que no somos personajes de tragedia, sino actores empleados en hacer de la vida, un lugar sin exclusiones, un territorio donde la cultura del trabajo, cautive y cultive el hermanamiento del mundo. Ese debe ser el espíritu. Nadie olvide que hoy, volver a empezar es tan justo como preciso y tan urgente como necesario, en un mundo ahogado por la desesperanza y acosado por la discriminación como jamás.
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