Este artículo en nada busca herir sensibilidades ni se está valiendo de la ocasión por el actual sufrimiento del pueblo japonés para buscar audiencia. La solidaridad con el dolor del pueblo nipón es activa y absoluta.
La catástrofe producida por la naturaleza, a la cual hoy es víctima Japón, ha puesto en evidencia el inconmensurable problema de las centrales nucleares, que mas allá del beneficio de producir electricidad, se han estado sembrando soterradamente bombas de tiempo, que tarde o temprano la misma naturaleza se encargara de explotar. Se ha desvanecido así, el mito, de que la Energía Nuclear, es una alternativa energética, confiable y segura.
Según datos de la Agencia Internacional de Energía Atómica, en el mundo existen 442 reactores nucleares y 65 en plena construcción. Concentrándose la mayoría entre los Estados Unidos, Francia, Japón, Rusia y 25 países más. Inventario que se queda corto, porque no contemplan los que se han construido en secreto (Como las llamadas bombas nucleares, que se estiman en más de 23 mil, dispersas en el mundo). Lo cierto, es que una reacción en cadena de una parte de estos reactores o armas, son suficientes para acabar con la vida del planeta.
Para algunos científicos, abrir un debate sobre del futuro de la energía nuclear en el mundo no debe desarrollarse al calor del accidente de Fukushima porque se estaría condicionando la discusión sobre la base de la emotividad ante los hechos del Japón. Donde supuestamente, el actual el diseño de las centrales modernas nucleares, hace que aun en situaciones críticas, si es que sucede un accidente, éste no pasaría de ser un problema local sin alcanzar dimensiones mundiales. E igual argumentan, que dichas plantas cada vez se justifican más, ante la carencia de otras fuentes de energía, como el petróleo, carbón o el gas.
Sin embargo, la discusión debe ir más allá, de cuestionar o no el uso de la energía nuclear para fines pacíficos. Para muchos científicos y ambientalistas, la contingencia nuclear del Japón, confirma la tesis que la intervención humana, su irracional visión de dominarnos unos a los otros, está acelerando la destrucción de la vida en el planeta. A tal punto, que hemos sido capaces de intervenir las condiciones climáticas, producir desequilibrios, y generar catástrofes en menor o mayor grado, que se ocultan, y se disfrazan también de fenómenos “naturales”.
Por supuesto, los científicos antiplaneta, que están en la nomina del Club de los países contaminadores, enfrentan este enfoque. Para ellos, lo que está ocurriendo, es porque ha de ocurrir. Se esta viviendo el sexto ciclo y el cambio climático es parte de un proceso natural previo al enfriamiento global de la Tierra. La acción humana está exenta de estos cambios.
Es el momento que cada quien tome su bandera de lucha. Por mi parte, hasta el último día de mi existencia, seré uno más de la causa ambientalista.