La palabra príncipe, viene del latín princeps (primer ciudadano) eufemismo que “Augusto” usó como título dada la fuerte oposición romana a la instauración de una monarquía. Previamente existía el título de princeps senatus como primer hombre del senado romano. El título se convirtió en hereditario tras Augusto, en la etapa conocida como Principado, previa a la instauración oficial del imperio. En los tiempos de la monarquía visigoda, en los que el monarca se designaba por elección, los príncipes eran los gobernantes locales con derecho a elegir y a ser elegidos rey.
En nuestra América latina, a partir de los primeros años del siglo XXI, empezaron a florecer como cactus silvestres algunos regímenes autoritarios, que en principio pasaron poco menos que desapercibidos por la mayoría de los analistas políticos del continente, quienes no les dieron la importancia necesaria, basados en la tesis de que América latina ya había superado la época de los gorilas con uniformes y dictadores sanguinarios.
Hoy son varios los países que son gobernados por verdaderos príncipes de capa y espada, quienes ya no andan en caballos ni en luchas medievales, sino en costosísimos aviones de lujo, no comprados con el sudor de sus frentes, sino pagados con el dinero y el sudor de sus pueblos engañados.
El primero y más reconocido de estos príncipes latinoamericanos, es el Dr. Leonel Antonio Fernández Reina, presidente de la República Dominicana, (quien es el más ilustrado de todos los príncipes), seguido por Hugo Chávez Frías, presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Rafael Vicente Correa Delgado, presidente del Ecuador, Evo Morales, Presidente de Bolivia y Daniel Ortega, Presidente de Nicaragua.
Todos estos príncipes llegaron al poder jurando en sus congresos, respetar y hacer respetar las leyes y la constitución de sus países, y todos sin excepción al verse rodeados de lujos, poder, dinero y lisonjas, no solo se olvidaron del juramento, sino que convirtieron las leyes y la constitución en pedazos de papeles.
Todos aplican las mismas recetas, todos invierten entre 200 y 300 millones de dólares en publicidad al año en sus países, publicidad donde solo predominan sus imágenes, haciéndole competencia al mismísimo Brad Pick. Todos usaron reformas ilegales en la constitución para perpetuarse en el poder, y todos han perseguido a sus opositores para que no haya nadie que les haga sombra política.
Las imágenes de los príncipes latinoamericanos han estado en los medios de comunicación por más de 1000 horas al año en cada uno de sus países. El narcisismo ha estado a la orden del día en cada uno de los feudos, donde solo pueden escuchar halagos y sonrisas a toda hora.
Pero algo en común siguen teniendo los príncipes latinoamericanos con los príncipes árabes, que sus pueblos están sumidos en una espantosa miseria, mientras ellos han viajado por todo el mundo en sus costosos aviones, rodeados de lambones, limpia sacos y celestinas, por mas dos meses en promedio por año cada uno.
(*)Consultor Político