El más reciente foro del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) celebrado en China, dejará varios momentos para rememorar en la historia de este grupo de países emergentes. En el aspecto formal, Sudáfrica participa por vez primera como miembro más reciente.
A raíz de las dos primeras cumbres en Rusia y Brasil, tocó a China ser el anfitrión en la ciudad de Sanya (isla de Hainan) de la tercera reunión BRICS que constituye más del 20% del PIB global, 42% de la población mundial, más del 30% de la extensión del globo terráqueo y 15% del comercio internacional, pero resulta anómalo que en la práctica aún no refleja su poderío geoeconómico ni su potencial geoestratégico.
Declaraciones de los líderes, en la insular Hainan donde se celebró la Cumbre, acotan que los presidentes del BRICS, dieron un paso trascendente: supieron hacer escuchar sus voces más allá de lo económico. Los países se han agrupado en una organización concebida en parte para promover los intereses de aquellos aún en vías de desarrollo, del mismo modo en que lo hace el G-7 respecto a las economías avanzadas.
Característica descollante en el grupo, es su heterogeneidad: Brasil y Sudáfrica son democracias con fuertes partidos de oposición y sociedades civiles contrastantes con los sistemas más autoritarios de Rusia y China, sin perjuicio de que cada miembro sea potencia regional en su respectiva esfera de influencia, resaltando el perfil geopolítico relevante que pueden adquirir los BRICS, más allá de su ineluctable consagración geoeconómica.
Se puede afirmar, que los BRICS constan de tres potencias nucleares: Rusia, superpotencia paralela a EUA; y otras dos respetablemente medianas, China e India. Pero también, el grupo cuenta con un gigante, Brasil, que en cualquier momento puede dotarse de bombas nucleares, y de Sudáfrica que desmanteló voluntariamente su arsenal de seis bombas nucleares.
La segunda economía del mundo, China, es casi tres veces mayor que la de Brasil y casi cuatro que la de India. Rusia es aproximadamente 16 veces más grande que la de Sudáfrica. Mientras Rusia y Brasil son grandes exportadores de materias primas, China por su parte se destaca como gran importadora de las mismas (commodities).
Tal anuncio, coincide con la cumbre de líderes (BRICS) en China, a medida que la potencia asiática busca elevar el perfil del grupo como plataforma para que las economías emergentes logren una mayor influencia sobre los países más avanzados. Mucho se ha criticado que los BRICS hasta hoy hayan adoptado un paso lento en la edificación institucional del nuevo orden multipolar sin atreverse a poner un alto al insolente y caduco orden unipolar, quien, pese a la certeza de la fase final de su hundimiento, sigue depredando financiera, económica, energética, alimentaria, ambiental y militarmente al planeta, quizás en un desesperado intento por mantener su hegemonía.
A primera vista, China llegó muy fortalecida (con más de US$3 millones de reservas de divisas), pero paradójica y sincrónicamente muy vulnerable; su talón de Aquiles: la hiperinflación alimentaria y de los energéticos. Pese a que pocos analistas consideran que el dólar vaya a ser desplazado a corto plazo como divisa dominante en las reservas mundiales, la propuesta se inclina a que China se está preparando para asumir un papel más influyente en el mundo. Recientemente Rusia hizo una declaración en tal sentido.
Cada uno de los BRICS en forma individual ha instado hasta la saciedad la transformación de las disfuncionalidades de vetustas instituciones casi septuagenarias, oxidadas por el tiempo.
Cuando más, han conseguido migas (dolorosamente obtenidas) de parte del viejo orden anglosajón, tanto con su G-20 como en su mayor participación al Consejo Directivo del FMI (donde aún predomina el veto unipolar de EUA, pese a su doble insolvencia financiera y monetaria, mantenida unilateralmente gracias a su paraguas nuclear).
Al parecer, los BRICS (agrupación atípica de corte economicista) desean sacudirse el yugo financierita de la dupla anglosajona pero desconocen el método. No obstante, no se percatan que el G-20 (un invento de la referida dupla para ganar tiempo) no ha resultado en la vía apropiada para acelerar la transición al orden multipolar incipiente. La diagnosis sobre la crisis financiera de parte de los BRICS es óptima, bien sabida y determinada: la unipolaridad del dólar como divisa de reserva de última instancia; la deuda anglosajona; la especulación alimento-energética con los “derivados financieros” de la insolvente banca “occidental” (controlada por el sionismo). Por ello, los BRICS optaron por intercambiar entre sí sus propias divisas en lugar del decadente dólar apuntando en el camino correcto que debe tener como horizonte la creación de la “divisa BRICS” (sostenida por el oro y la plata) luego de que cada una se haya consolidado en su respectiva esfera de influencia. Después de todo, las finanzas en última instancia no son más que geopolítica depurada, es decir, geofinanzas.
Indiscutiblemente, la geopolítica refleja, tanto el arte de lo posible como las restricciones geográficas (con sus recursos tanto humanos como de materias primas). La asombrosa aseveración del canciller ruso Serguei Lavrov de que “ante todo, los BRICS son una unión geopolítica”, llamó poderosamente la atención.
El predominio de las limitaciones quedó denotado: China es dependiente comercialmente de los países desarrollados, lo cual descubre crudamente, que su volumen comercial con los BRICS es de más de US $200,000 millones al año, empero menor al volumen con Sudcorea.
El acordado plan de acción del grupo incluye más de 20 puntos, entre programas ya existentes de cooperación y nuevas propuestas para trabajo conjunto. El objetivo común es el mismo: la construcción de un mundo multilateral y más igualitario que ya ha comenzado a asentar sus bases. Las propuestas y declaraciones difundidas en China, sin duda alguna, influirán en la agenda internacional. La próxima Cumbre en la India revelará si tuvieron el eco esperado por los líderes del BRICS.