Aunque aumente el nivel de vida en los países ricos, sólo una parte de la población de los países emergentes lo alcanzará a costa de millones de pobres que supondrán una incontrolable bomba social, como había pronosticado Boutros Galli cuando anunció en la Cumbre de Copenhague que “la explotación y la injusticia social darán paso a auténticas situaciones inhumanas”.
En la Conferencia sobre Población y Desarrollo de El Cairo, en 1994, se acordó que dotar de mayor poder a la mujer y tomar en cuenta las necesidades de educación y salud, incluyendo la salud reproductiva, son necesarios para un desarrollo equilibrado. Avanzar en la equidad de género, eliminar violencia contra las mujeres y asegurar su capacidad para controlar su propia fertilidad son piedras angulares para un crecimiento responsable.
En 1914, cuando asesinaron al archiduque Fernando en Sarajevo, el mundo tenía unos 1.200 millones de habitantes y en 1991, en Sarajevo, Kofi Annan sostuvo al niño 6.000 millones. En menos de un siglo, con dos guerras mundiales, con Corea, Vietnam y los innumerables conflictos en África y en Indonesia, China y la URSS.
La explosión demográfica es la mayor catástrofe que amenaza a la humanidad teniendo en cuenta que, en los países democráticos y con mayor nivel de vida, la curva demográfica desciende hasta no garantizar la supervivencia de su población, las pensiones y las cuotas a la Seguridad Social. Sin la inmigración, esas sociedades opulentas, menos de 30 países, desaparecerían como sociedades activas.
Los medios nos arrojan imágenes de niños famélicos, devorados por enfermedades, explotados sexual y laboralmente, como niños soldados o drogados. Pretenden despertar nuestra compasión al tiempo que enfatizan la seguridad en nuestras sociedades, con tal de que nos sometamos a un modelo de desarrollo inhumano. Si alguien preguntara por qué nacen millones de niños que no tienen garantizado vivir con dignidad, (cuidados sanitarios, alimentación y educación adecuadas que les permitan ejercer la libertad y sus derechos fundamentales,) le llamarían despiadado. Pero nadie pidió permiso a esos niños para ser echados al mundo.
Estamos ante una bomba de destrucción masiva. Algunos fanáticos condenan el uso del preservativo, se oponen a la educación sexual y no reconocen que la sexualidad no se reduce a genitalidad ni tiene como único objeto la procreación. El erotismo, la amistad, el amor pertenecen a la soberanía del ser humano.
Pero es posible controlar la explosión demográfica. En donde las mujeres tienen acceso a una formación y a puestos de trabajo iguales a los de los hombres no hay explosión demográfica.
Diecisiete años después de la Cumbre de El Cairo, más de 400 millones de parejas carecen de servicios de planificación familiar. Las complicaciones del embarazo y el parto hacen que 600.000 mujeres pierdan la vida por causas prevenibles. Millones de niños no pueden aspirar a una vida digna. Si no se les puede proporcionar, engendrarlos es inhumano. Otra forma de terrorismo.
Antes de 20 años la población mundial habrá alcanzado los 9 mil millones de personas. De cada 100 habitantes, 56 serán asiáticos; de los cuales, 20 chinos y 17 indios; 16 serán africanos; 13 vivirán en el continente americano pero sólo 4 en Estados Unidos; 7 provendrán de Europa del Este y de la antigua URSS y sólo 5 vivirán en Europa del Oeste; queda un 3% que habitarán en el Medio Oriente.
Con la integración de China, India, Brasil y de otras economías emergentes, centenares de millones de adultos en edad de trabajar competirán por un puesto en el mercado mundial. Sufrirán una gran transformación las estructuras mundiales de producción, de comercio, de empleo y de salarios por causa de las deslocalizaciones de empresas, de los flujos de capitales y de la globalización financiera.
Esta fuerza de trabajo, de la cual una parte estará bien educada, será una fuente barata tan pronto como las innovaciones tecnológicas se extiendan por el planeta. La concurrencia de esta enorme fuerza exigirá recalificaciones profesionales y afectará a los salarios pues siempre habrá “un ejército de parados” que hundirá los mercados.
Como había escrito el Jefe indio Seattle “termina la vida y comienza la supervivencia… por no haber comprendido que la Tierra no pertenece al hombre sino que el hombre pertenece a la Tierra”.