El Ministerio de Defensa español por fin ha reaccionado y se ha puesto a la altura de las exigencias de una gobernación democrática. “No debimos adquirir sistemas que no vamos a usar, con dinero que no teníamos”, declaró el Secretario de Estado de Defensa en el mes de agosto de 2011. Para cumplir con sus compromisos con la OTAN, España adquirió grandes cantidades de armamento que ni necesitaba ni podía pagar. Son armas “para escenarios de confrontación que no existen”.
Hace ya más de un año, el Presidente Obama anunció el diseño y aplicación de una nueva estrategia de seguridad que permitiera hacer frente de manera rápida y eficaz al nuevo tipo de enfrentamientos que, desde la guerra del Vietnam, han demostrado que requieren nuevas modalidades de combate y de material. Pero el fabuloso poder del consorcio bélico-industrial no se doblega fácilmente. Hace ya un año el International Herald Tribune advertía de la influencia negativa de la recesión global en la compra de armas. En 2009 hubo un declive del 8,5 % y se vendieron “sólo” 57.500 millones de dólares. Estados Unidos representa el 40% del mercado mundial.
Ahora mismo, en el Pentágono se plantean si será posible finalmente producir el F-35, el más costoso avión militar de la historia, fabricado por Lockheed Martin. El Pentágono sigue pensando en comprar 2.443 F-35 en el curso de los próximos 25 años, por un importe de 382.000 millones de dólares. El Secretario de Defensa ha advertido de que deberán recortarse todavía más los gastos en material y logística, y que Estados Unidos no puede seguir asumiendo el 75% del coste de la OTAN. Los socios europeos invierten, como máximo, el 2 % de su PIB, mientras Estados Unidos dedica el 5 % a gastos militares. Los arsenales de armas se perciben, históricamente, como exponentes de la seguridad de los Estados. La seguridad, tan importante, pero considerada, normalmente, como contraposición de la paz. “Si quieres la paz, prepara la guerra...”.
Ya es hora de prepararse para la paz. Para “evitar el horror de la guerra a las generaciones venideras”, como establece el inicio de La Carta de las Naciones Unidas. Nuevas estrategias... para no seguir vendiendo y obligando a la compra de armas costosísimas, propias de guerras pretéritas. La seguridad recibe, como si fuera inexorable, miles y miles de millones. La paz, la dignidad humana, unas migajas procedentes más de la caridad, de la bondad ciudadana que de la justicia, como deber de Estado, a escala mundial.
La hambruna del Cuerno de África se veía venir. Instituciones del Sistema de Naciones Unidas y ONGD clamaban (en el desierto) desde hace tiempo, pero nada parece detener la inmensa maquinaria de la guerra, uno de los pilares fundamentales del “gran dominio”. El uso de “Unmanual Aerial Systems”, los “drones”, se ha ido propiciando en los conflictos actuales, en los que las víctimas, más que soldados, pertenecen a la población civil. El Pentágono ha incrementado en los últimos años 13 veces su producción de drones (como mínimo 5.000 millones de dólares adicionales al año). Los ejércitos -dicen- utilizarán progresivamente máquinas en lugar de personas. Dotados de los últimos adelantos, manejados a miles de kilómetros de distancia, algunos drones constituyen un artefacto que puede ser útil en muchos conflictos, especialmente contra el terrorismo... siempre que se considere que la vida de los civiles del país donde actúan tiene el mismo valor que la de los soldados del país que los utiliza.
Es interesante recoger palabras del libro de Paul Kennedy, Auge y caída de las grandes potencias: “[…] si una proporción excesiva de los recursos del Estado se desvía de la creación de la riqueza para colocarla en objetivos militares, esto puede conducir a un debilitamiento del poder nacional a largo plazo. Si un Estado se excede estratégicamente... corre el riesgo de que los beneficios potenciales de la expansión externa sean superados por el enorme gasto del proceso, problema que se agudiza si la nación involucrada ha entrado en un periodo de declive económico relativo…”
Bravo por la claridad con que el Ministerio de Defensa español inicia un “recorte” que puede contribuir a poner en su sitio al “gran dominio militar”... Con energías renovables moderaremos pronto al “gran dominio energético”... Y luego el mediático... Y el económico... Sí: podemos estar, con la ayuda de la movilización virtual, al principio de la “era de la gente”.