Las relaciones entre los Estados Unidos y Brasil se enfriaron durante los mandatos de George W. Bush y Lula da Silva, a tal punto que los dos países más importantes del continente sufrieron una desconexión en materia económica y en temas geopolíticos.
Para afrontar la crisis, Europa y EE.UU. impulsaron la emisión de dinero, lo que genera una devaluación encubierta de sus monedas y perjudica la competitividad de los países emergentes. A esta medida, Dilma la llamó “tsunami monetario”, que inunda el mercado de dólares con créditos blandos.
El ingreso de divisas a países emergentes como Brasil, que ofrecen altos intereses, aprecia la moneda local, produce un incremento de las importaciones y una caída de la competitividad industrial.
Por eso, en un intercambio de roles, Rousseff exigirá a Barack Obama, como hizo días atrás con la canciller alemana, Angela Merkel, que deje a un lado las políticas proteccionistas, tal como han exigido los EE.UU. y Europa a los países subdesarrollados durante décadas sin demostrar una reciprocidad en este tema.
Paralelamente, Brasil acaba de lanzar un plan que consiste en otorgar incentivos tributarios y créditos a las industrias nacionales, por unos u$s30 .000 millones, precisamente para blindarse de las medidas adoptadas por Washington y Europa para paliar la crisis y además ante el imparable avance de los productos manufacturados procedentes de China.
Además, Brasil busca incrementar la producción de biocombustibles y atraer las inversiones norteamericanas para la exploración de los nuevos yacimientos petroleros en sus costas.
Otro tema que estará en la agenda de Rousseff es la discusión por la posible cancelación, por parte de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, de la compra de 20 aviones militares por u$s355 millones producidos por la empresa brasileña Embraer.
El ex presidente Bush dejó a Latinoamérica en manos de Brasil confiando en que iba a ser un tapón para detener al ALBA, dirigido por Venezuela. Las políticas antinorteamericanas de Chávez eran vistas con mucha desconfianza por Washington, así como también la llegada de gobiernos de centroizquierda en Bolivia, Paraguay, Ecuador y Nicaragua.
Rousseff tiene como objetivo materializar el trabajo de Lula de acercar a Brasil a un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, por eso la presidenta seguramente va a volver a tocar este tema con su par norteamericano.
Cuando Obama visitó la India en 2010 manifestó públicamente el derecho de Nueva Delhi a acceder a la mesa de las potencias; en cambio, cuando el presidente estadounidense estuvo en Brasil el año pasado, fue muy tibio con respecto a este tema.
Es posible que Dilma ceda la posición crítica que mantiene Brasil con respecto a Irán y a otros temas de Medio Oriente, como la posible intervención en Siria y la Primavera Árabe, a cambio de metas más importantes para el gigante sudamericano, entre las que se encuentran un reconocimiento mayor como potencia regional y mundial.