El Mercosur resolvió incluir como miembro pleno del bloque comercial a Venezuela, durante la cumbre que se realizó esta semana en Brasilia, materializándose finalmente un anhelo largamente acariciado por los partidarios de la integración regional y la causa bolivariana.
El líder bolivariano Hugo Chávez afirmó que el ingreso de su país al bloque constituía una derrota del imperio norteamericano, que se había valido de las oligarquías para intentar evitarlo, y que había tenido en el parlamento paraguayo a su último escollo. Para realizar dicho paso, los gobiernos del MERCOSUR inventaron un supuesto “golpe” que no fue tal, y la facilidad con la cual lograron instalar ese evento imaginario demuestra lo aislados que se encuentran hoy los partidarios de la derecha adicta al imperialismo.
Aunque en Paraguay no existan hoy violaciones de derechos humanos propias de una dictadura, resultó imposible para las autoridades paraguayas surgidas del impeachment que destituyó a Fernando Lugo convencer de ello a la opinión pública internacional, viéndose rebasado por la prensa militante chavista y sus aliados mediáticos de manera abrumadora.
El mes pasado las fuerzas públicas bajo el mando de Lugo y sus colaboradores masacraron a decenas de campesinos en defensa de un latifundista, y en el enfrentamiento también murieron varios policías. Los campesinos masacrados eran adictos al gobierno de Lugo, y la policía que los masacró estaba bajo su mando. Es decir, fue una matanza entre dos bandos que tenían un mismo jefe.
La descomunal negligencia que llevó a que un incidente semejante tenga lugar, indignó a la población y dio el pretexto que la clase política necesitaba para desalojar a Lugo del poder. Y así lo hizo a través de un juicio político que fue seguido con indiferencia por la mayoría de la población, que no encontró razones para defender al gobierno.
Con la ayuda de los partidarios de Lugo, desde el exterior se difundió que un “golpe de estado” había tenido lugar en Paraguay, se excluyó al Paraguay de las deliberaciones y se autorizó el ingreso de Venezuela al MERCOSUR. La exitosa maniobra chavista, en verdad, dejó pocos disconformes a prima facies.
Fernando Lugo, en lugar de defender su gobierno con una AK 47 en la mano como lo hizo Salvador Allende en La Moneda, acató su destitución y salió sonriente de la Casa de Gobierno sin recibir tan siquiera un empujón. Incluso algunos de los “golpistas” le ofrecieron pagar el taxi a su domicilio particular. Los mismos ministros de Lugo, como Ruben Candia Amarilla, declararon ante las fiscales Stella Mary Cano y Raquel Brítez que Lugo había dicho a todos sus colaboradores que acataba las consecuencias del impeachment.
Los seguidores de Lugo fueron alquilados como hinchada para colaborar con su testimonio de que efectivamente ocurrió un golpe en Paraguay, y aplaudir el ingreso de Venezuela. Los gobiernos de Brasil, Argentina, Venezuela y Uruguay lograron un objetivo que hace tiempo venían persiguiendo.
El gobierno paraguayo surgido del juicio político que destituyó a Lugo, observó indiferente un acto que poco o nada le molesta, y lo mismo hicieron la mayoría de los parlamentarios que haciendo uso de la totalidad de la representatividad (el 100 por ciento de quienes votaron el 20 de abril de 2008) expresada en el Congreso, destituyeron a Lugo que sólo tenía el 40 por ciento de ella. Según el mismo expresidente Fernando Lugo reveló en su declaración indagatoria ante la fiscal Stella Marys Cano, el asesor de Hugo Chávez, Maximilien Sánchez Arveláiz, participó de las reuniones con cancilleres de Unasur, tanto en Mburuvicha Roga como en Palacio de Gobierno.
Como muchos adversarios de Lugo indicaran que en esas horas finales de su gobierno delegó el mando en el canciller de Hugo Chávez, y éste tomó las riendas del país, Lugo aclaró que "No me consta para nada que el canciller Maduro haya arengado a los militares y yo no lo hubiese permitido".
Vale decir, todo fue un proceso de destitución normal, de acuerdo a lo que dice la Constitución paraguaya, y sin incidentes ni intromisiones, aunque los cancilleres de la UNASUR hayan realizado empeños para salvar al gobierno que se derrumbaba. Los únicos disconformes de toda la historia terminaron siendo el destituido Lugo, quien ya no podrá llevar el tren de vida principesco al que se había habituado, y su publicista de la primera hora Aldo Zucolillo, enemigo declarado del MERCOSUR y la integración bolivariana, quien se sigue lamentando desde su diario porque Hugo Chávez le ganó la partida.
Ni siquiera tienen motivos para quejarse los zoqueteros del Frente Guazú que percibían prebendas bajo el gobierno de Lugo, y que fueron cesados en sus cargos, dado que encontraron un nuevo empleo como hinchada alquilada para aplaudir a Hugo Chávez.