La solidaridad es un medio imprescindible para lograr un mundo habitable. Precisamente, en la Declaración del 31 de agosto como Día Internacional de la Solidaridad, Naciones Unidas nos recuerda que ser solidarios es más que un requisito de carácter moral, a mi juicio es además una necesidad del ser humano, en la medida que todos precisamos sentirnos amados por nuestros semejantes.
El prójimo, próximo siempre, la mejor receta de felicidad. No lo olvidemos.
El día que todos los pueblos de la tierra sean verdaderamente solidarios entre sí, el mundo será un oasis de paz. No existirá la tristeza y tampoco su vicio de maldades. Por desgracia, vivimos un período de fuerte crisis, donde las diferencias se acusan todavía más, cuando debiera ser todo lo contrario, la de actuar unidos para salir de este escollo de desastres. Téngase en cuenta, que jamás podrá hablarse de progreso humano mientras las naciones no cooperen unas con otras, despojadas de intereses mezquinos.
Avanzar en la cooperación es la mejor prueba de solidaridad de una civilización. Ejerzamos individualmente como tal.
Por consiguiente, debemos aspirar en un futuro a consagrar el mundo solidario como forma de vida. En todo el orbe se llevan a cabo reuniones, conferencias, con el deseo de concienciar a la ciudadanía, de que únicamente trabajando en una misma dirección otro mundo es posible. En consecuencia, resulta fundamental la orientación que tomemos, que debe ser desde luego, la disposición de la mano tendida hacia toda vida humana indefensa. Me imagino a esos niños que huyen de las guerras, que caminan solos por este mundo de lobos, esas ejecuciones arbitrarias que aún se producen en buena parte del planeta, o esos atropellos injustos que sufren las personas más débiles, a las que se utiliza no pocas veces, como material de compraventa, desasistidos por todos nosotros, ansiosos de llegar a la cúspide del poder y no a la del servicio.
El que no sirve para servir con diligencia, difícilmente va a servir para gobernar un pueblo. Es hermoso predicar con hechos y absurdo hacerlo sólo con palabras.
Sin embargo, siempre nacen luces en nuestra caminar. Me consta que hay muchas instituciones, tanto públicas como privadas, que luchan por conseguir que el respeto alcance a toda vida humana, dejándose su propia existencia por fomentar una actitud solidaria. Su referente debe hacernos cambiar. Muchas veces trabajamos con las cosas que más nos separan, en lugar de hacerlo con aquellas que nos unen. En otras ocasiones, pasamos indiferentes por las lágrimas que nos instan a pararnos, sin ver qué podemos hacer. Está visto que necesitamos adoptar una actitud de corazón desprendido, que es contrario al espíritu que está moviendo actualmente al cosmos.
La solidaridad no es de boquilla, ni un hecho puntual, es un modo de vida, un talante de servicio incondicional a los sufrimientos del prójimo.
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