Islandia ha sido tradicionalmente un país tranquilo que apenas salía en las noticias, un paraíso terrenal de turismo ecológico y valores progresistas.
Sin embargo, en 2008 se declaró en bancarrota de la noche a la mañana y se convirtió en el primer país europeo que tuvo que ser rescatado por el FMI.
No obstante, asfixiado por la situación e indignado por la mala gestión de sus gobernantes y banqueros, el pueblo islandés se negó a asumir deudas que no había contraído y buscó un modelo alternativo para superar la crisis.
Inició entonces lo que se conoce como la «revolución islandesa»: consiguieron hacer dimitir al Gobierno, se negaron a pagar la deuda exterior, procesaron a los responsables de la crisis y eligieron una asamblea para redactar una nueva Constitución.
Desde entonces, la revolución islandesa ha sido noticia en todo el mundo por su mensaje contundente: es posible oponerse a la dictadura del mercado con voluntad política y una decidida acción ciudadana, con el fin de preservar el empleo y la cohesión social.
Así, Elvira Méndez Pinedo, una profesora española afincada en Reikiavik que formó parte del grupo germinal de ciudadanos que dio comienzo a la revolución islandesa, expone lo sucedido en Islandia para un mejor entendimiento de los problemas a los que se enfrenta España en la actualidad y en un futuro inmediato, así como las posibles soluciones que puedan servir para superar nuestra crisis económica, política y moral.
Libro interesante para afirmarnos en la convicción de que podremos, si creemos que podemos. Esta crisis está en gran parte apoyada en la codicia de los banqueros y de los grandes financieros pero también en la pasividad de una ciudadanía explotada y entumecida hasta haberle hecho creer que vivimos en el mejor de los mundos. Y que, como sostiene y repite el presidente del Gobierno español, el inefable Rajoy, “hacemos lo que tenemos que hacer porque no hay otra alternativa a nuestra forma de gobernar”.
Lo más tremendo es que hace un año que detenta un poder que consiguió con un programa electoral que inmediatamente se ocupó en desmontar con unas políticas que le han hecho perder la legitimidad de origen. Lo cual demuestra, una vez más, que no es imprescindible ser honesto y justo para hacerse con el poder, y que les basta con tener sometido al pueblo.