Hay que fortalecer la voz de la ciudadanía en el mundo. Somos ciudadanos del mundo. La diferencia entre un cautivo y un ciudadano es que éste último suele despojarse de cadenas. Sería bueno bajar el número de sometidos a la patria potestad del poder. Se debe igualar la voz de la ciudadanía para que nadie pueda comprar a nadie. Que nadie se sienta, tan poca cosa, que sea vea necesitado a vivir sumiso a un comprador. En un orbe tan estrechamente interconectado debemos escuchar la voz ciudadana, y, sobre todo, hacerla valer en su valor democrático.
El ciudadano tiene derecho a poder expresarse libremente, dentro de los parámetros de justicia y paz, y ha de hacerlo. Que hable el pueblo y que hable siempre. Sin afianzar la voz de la ciudadanía, imposible modificar actitudes. La familia humana permanecerá adormecida en el pasado, en las historias de sus historias, y lo que interesa es que todos aspiremos a cambiar el mundo. Le herida del déficit no es tanto económica como de principios morales.
No más mentiras, no más poderes, libertad absoluta para la ciudadanía que sabe ejercer el civismo con lealtad a la familia humana. Que caigan todas las fronteras. Que se levanten todos los seres humanos pacíficos, constructores de paz. Este mundo nuestro, ciertamente, precisa un rostro más humano y solidario. Por eso, la ciudadanía ética, y no simples dispensadores de políticas, es más necesaria que nunca. Un ser humano, sin un proceder moral, se convierte en un verdadero animal; no sabe razonar y mucho menos discernir.
Se precisa robustecer una ciudadanía atenta a los derechos, pero también considerada con los deberes. Todos tenemos la obligación de poder participar en una comunidad, a través de una acción pacífica y responsable, con el objetivo de optimizar el sentido humano en el cosmos. Las hazañas inhumanas, que tanto hoy proliferan por las diversas sociedades, es el más claro testimonio de extinción de la especie.
Ser ciudadano es enraizarse con la humanidad y desarrollar el sentido de pertenencia e identidad con el colectivo humano. No podemos consentir, pues, que se pueble el mundo de gente oprimida, clamando por la democracia, por la dignidad y los derechos humanos. Venga el poder de la ciudadanía al poder, el poder popular y el avance democrático. Nada es imposible. Se trata de tomar el camino justo para resolver los problemas que nos dividen. Cuando la conciencia ciudadana toma las calles de la vida, por convicción y razonable evidencia, todo es más fácil, porque todo se vuelve más comprensivo. Ciudadanos de la tierra, por verdadero convencimiento, es nuestro turno de acción.
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