Hace algunos días tuvimos un debate en la academia respecto a la situación de la población mundial, haciendo alusión a un artículo de Jack A. Goldstone, titulado “La nueva bomba poblacional”. Como en los grandes debates no llegamos a una conclusión concisa, ya que el problema es básicamente de estructura, pues el gran enemigo de la humanidad no es un país o un presidente, sino un sistema de dominación que ha sobrevivido tantos años como la humanidad misma, adaptando máscaras y nombres que los estudiosos le han otorgado; convirtiéndose en una institución que simboliza la naturaleza misma de los hombres; donde han existido dominantes y dominados a largo de la historia.
El enemigo es invisible como dice el escritor uruguayo Eduardo Galeano, ya que es un sistema y quienes están detrás de él son igual de intangibles que una institución, un grupo de personas que no requieren de nacionalidad, que no respetan fronteras, que hablan otro lenguaje, ajenos al territorio, cuyo objetivo es dominar el poder y la economía para perpetuar su posición de privilegio.
El texto de Goldstone brinda una prospectiva panorámica de los retos que habrá que superar la humanidad de acuerdo a las proyecciones de población de Naciones Unidas para 2050, donde el crecimiento poblacional se habrá estancado, los países industrializados tendrán altas proporciones de adultos mayores, los países en desarrollo verán altos porcentajes de población joven, y donde tres cuartas parte de la población mundial habitarán en ciudades, encontrándose las mayores concentraciones humanas en los territorios de los países menos desarrollados.
Si bien es cierto, la aglomeración de la población en los centros urbanos abre la posibilidad de llevar de manera más económica los servicios básicos a la población, no podemos decir que es la solución para resolver el problema del subdesarrollo, el cual está directamente relacionado con cuestiones de ingreso, y aún más importante con la repartición justa del mismo. En este sentido, resguarda una importancia particular el papel que jugarán los países emergentes, los cuales impulsarán el crecimiento económico del mundo, ante el estancamiento de los países industrializados, siendo los canales de equilibrio entre los países ricos, pero con altos porcentajes de adultos mayores, y los países pobres, con abundante mano de obra.
Entonces, ¿hacia dónde va el equilibrio? La prospectiva es que los países industrializados adquieran la mano de obra de los habitantes de los países en desarrollo, para trabajos con bajo valor agregado, con poca calificación, para servicios de limpieza o en su caso, para el cuidado de los adultos mayores.
Ellos cuentan con el capital, nosotros con la mano de obra, pero en esta “evolución natural” de las tendencias, los que habitamos en los países latinoamericanos tenemos la oportunidad de prevenir para no ser simples satisfactores de servicios con baja remuneración. Hay que tener presente que el capital por sí solo no puede producir, requiere de mano de obra y ésta es tecnificada, la remuneración es en consecuencia aún mayor.
Ya conocemos el contexto, es momento de actuar en el presente para obtener ganancias en el futuro. Por ejemplo, si sabemos que el crecimiento desmedido de los centros urbanos puede acarrear problemas ocasionados por la falta de servicios básicos (luz, agua, drenaje), de infraestructura (hospitales, escuelas, vías peatonales) actuemos en consecuencia elaborando códigos urbanos vinculantes que mejoren la planificación del crecimiento de las ciudades. Este es el momento para derogar los gobiernos de planes y comenzar a tener gobiernos de acción.
Si sabemos que tendremos mano de obra en abundancia, propiciemos esquemas de empresas juveniles, profesionalicemos la mano de obra, invirtamos en educación, apoyemos la llegada de inversión internacional con condicionantes a favor de nuestro Estado, para que el día de mañana no seamos los empleados domésticos de los países industrializados, sino los proveedores de servicios profesionales, de satisfactores de alto valor agregado como sitios de descanso, hospitales, acilos, etc. En este momento debemos enfocar el papel del Estado en las distintas áreas de oportunidad futuras, es una apuesta donde todos ganamos, el cómo, que es siempre la cuestión más compleja de una estrategia nacional sigue pasos tan sencillos como: conocer el diagnóstico, elaborar un programa que tome en cuenta las premisas, asignar tiempos y presupuestos y ejecutar la política más rentable para el país, es un proceso que se conoce desde hace cientos de años, pero que poco se ha llevado a cabo en la realidad de nuestras naciones. La mejor política pública es la prevención, las políticas reaccionarias nos condenan al subdesarrollo.