La cantidad de personas afectadas con HIV en Sudáfrica representa el 17% de todas las personas que padecen esta enfermedad en el mundo, a pesar de que la población de este país conforme el 0,7% mundial. Esto provoca que se deteriore el tejido social y productivo, ya que la mayor parte de los infectados están en edad activa. ¿Cómo enfrenta el país africano más industrializado la epidemia sin control?
La franja más afectada por el SIDA en Sudáfrica tiene entre 15 y 49 años - AFP
Sudáfrica, el último país en unirse al selecto grupo de las naciones emergentes (BRICS), cuya industrialización, nivel productivo, y comercial es el que mantienen en gran parte el funcionamiento de la economía mundial a pesar de la profunda crisis que viven Europa, Japón y Estados Unidos, experimenta un grave problema social.
De acuerdo con el Instituto Sudafricano de Relaciones Raciales (SAIRR, por sus siglas en inglés), la población sudafricana alcanza el 0,7% del total mundial, pero representa el de 17% de todos los casos de HIV SIDA en el mundo.
Desde que estalló la epidemia, unas cinco millones de personas han muerto, con lo que el tejido productivo de la sociedad se está viendo deteriorado.
Esta situación es comparable con países que han sufrido graves pérdidas de habitantes en edad activa en guerras, como Irak, Congo y Somalia. Pero Sudáfrica no ha experimentado una guerra, sino la falta de control del virus a pesar de ser uno de los países más desarrollados de África.
Datos escalofriantes
De acuerdo con el sitio web de la ONG AIDS Response, situada en Ciudad del Cabo, la franja más afectada por el SIDA tiene entre 15 y 49 años, lo que reduce drásticamente la producción de esta nación subdesarrollada que se está situando entre las más privilegiadas a nivel macroeconómico.
Solamente en 2009, unos dos millones de niños perdieron a uno o a sus dos padres a causa del HIV, según datos de UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia).
Por su parte, el SAIRR indicó que casi la tercera parte de todas las muertes producidas en 2011 estuvieron relacionadas con el SIDA. Además pronosticó que en 2015, la cantidad de personas que vivirán infectadas llegará a seis millones, el doble que en 2000, con lo que aun se está muy lejos de controlar la epidemia.
Consecuencias Sociales
La productividad se redujo por falta de personas que ejerzan la fuerza laboral requerida, ya sean obreros o profesionales, aunque las infecciones sean más frecuentes en las clases pobres.
La infección no controlada provoca que el desarrollo productivo se vea afectado, al igual que la indigencia, que creció de manera alarmante, como también la cantidad de niños huérfanos.
Esto produce que menores de temprana edad deban llevar adelante un hogar o bien que sus abuelos, ya edad pasiva deban cuidar de los niños y conseguir el sustento para las familias diezmadas.
Así, el impacto económico y social ya es visiblemente negativo.
Esta situación obliga al Estado a subvencionar a las familias que ya están en riesgo y a incrementar el presupuesto de salud, no sólo para comprar los medicamentos que retrasan el desarrollo de la enfermedad, sino también para ejercer una mayor prevención que alcance a todas las capas sociales y cortar este mal desde la raíz.
Asimismo, Suazilandia, un reino independiente que se encuentra dentro de Sudáfrica tiene la cifra de infectados de SIDA más elevada del mundo, con el 50% de la población con HIV positivo.
Medidas Neoliberales
Sin embargo, en el corto plazo Sudáfrica debe intensificar su inversión en Salud, para aplicar las terapias antirretrovirales que combatan a la epidemia. En 2009, el 9% del PBI fue destinado a este sector por causa del SIDA, el doble de las naciones industrializadas.
Además, la atención médica de los infectados también genera un enorme gasto al Estado. El temor del gobierno es que el sistema de Salud pueda colapsar porque el daño social económico es muy grande y además las proyecciones no son alentadoras.
Pero, desde que el partido gobernante -CNA (Congreso Nacional Africano)- llegó al poder en 1994 bajo el liderazgo de Nelson Mandela, los sueños de la justicia social, que durante medio siglo predicó este luchador social, se desvanecieron.
Poco antes de asumir Mandela, el establishment económico internacional, la elite blanca sudafricana, las injerencias de las empresas multinacionales y de los gobiernos occidentales, desintegraron en gran parte el proyecto del CNA.
Por eso, cuando Mandela tomó el poder se vio imposibilitado de cumplir con la mayoría de las promesas que el CNA había hecho a sus votantes.
La presión ejercida por los organismos de crédito limitó al poder político de Mandela y del CNA.
La nueva autonomía del Banco Central, que iba a estar dirigido por el mismo funcionario del régimen del Apartheid, y la amenaza del FMI de no recibir futuros créditos si daba vía libre a las nacionalizaciones de empresas de servicios y el control de la economía por los bancos y los organismos de crédito, sepultaron la parte económica del poder negro, que comenzó su gobierno maniatado y rengo, con un superfluo predominio político.
Luego de Mandela, asumió el llamado Thatcher negro, Thabo Mbeki (1999-2008), que desmanteló la política de inversión social del Estado que había logrado Mandela a pesar de sus limitaciones.
Por eso, actualmente, el gobierno de Jacob Zuma, también del CNA, debe hacer un gran esfuerzo para destinar una cantidad tan importante del PBI en Salud, considerado excesivo por los mercados, que son los dueños de Sudáfrica.
Lucha contra el sida
El gobierno debe asistir a la población mediante medicamentos y tratamientos, para evitar que la estructura social y productiva continúe deteriorándose, pero lo más importante es realizar una exhaustiva política de prevención y educación.
Además, mediante los cócteles de drogas que disminuyen el accionar de la enfermedad, las personas en edad productiva pueden seguir trabajando.
La única manera de detener el avance de la epidemia y de evitar que el sistema de Salud colapse es la inversión en campañas de concientización y prevención a pesar de que el sistema económico sudafricano no sea tan flexible como para dejarle al Estado esa tarea.
Pero cuando el mercado perciba que el Estado sea el que invierta para que su diseño productivo continúe intacto, seguramente concederá al gobierno la capacidad de excederse en el gasto en Salud.