La cuarta ronda del Diálogo Estratégico y Económico (DEE) Estados Unidos-China, la cumbre bilateral más importante del mundo, tuvo lugar en Pekín a inicios de mayo (03-05-2012), alcanzando significativos resultados, distencionando su abrupto deterioro.
Los medios estatales chinos dieron más relevancia al éxito del DEE, que la enmudecida prensa estadounidense. A partir del evento se han escenificado reveladores sucesos.
En los trueques perceptibles inmediatos a la cuarta ronda del DEE, se gestaron varias concreciones geo-financieras trascendentales: revaluación acelerada del yen (renminbi), lo cual valió los elogios del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner.
Autorización de la Reserva Federal de Estados Unidos, FED para instalar tres bancos chinos estatales: Industrial and Commercial Bank of China (ICBC), el más exitoso banco del mundo, que compró 80% del estadounidense Bank of East Asia con 13 sucursales en Nueva York y California. En tanto, el Banco de China, el tercero en importancia, abre una sucursal en Chicago; y Banco Agrícola de China, el cuarto mayor, asienta una en Nueva York.
Nuevamente, China recorta su tasa de reserva proporcional a sus depósitos bancarios (50 puntos base), con el fin de inyectar mayor liquidez al mercado. Más aún: la FED permitió a una serie de entidades financieras chinas ICBC, Central Huijin Investment y el fondo soberano de riqueza China Investment Corp., operar como empresas bancarias (holding).
No hay que minimizar la apertura del sector financiero superestratégico de Estados Unidos, al imponente sector bancario chino, aunque sea meramente simbólico. Quizá pronto se llegue a presenciar la captura de sus empresas por la banca china bajo el esquema de “fusiones y adquisiciones”.
Otro rubro al que Estados Unidos se abre dramáticamente es el cese del bloqueo a la exportación tecnológica civil a China. En contraparte, uno de los más profundos cambios políticos es la de permitir la inversión estadounidense hasta en un 49%.
Hu Jintao, presidente chino, calificó de “excelente trabajo” a la cuarta ronda, mientras la secretaria de Estado, Hillary Clinton, apaciguó los ánimos alterados por la política del retorno de EU a Asia, reiterando que Washington está a favor de una “China fuerte, próspera y exitosa”. Las oscilaciones entre competencia y cooperación catalizaron la primera e imprevista visita del ministro de Defensa, Liang Guanglie, al Pentágono, después de nueve años.
Ciertos analistas estiman que los “lazos de Estados Unidos y China giran alrededor de la mesa de negociaciones y no de los campos de batalla”. El tratamiento de ocho presidentes norteamericanos hacia China, iniciando con Richard Nixon, con mínimas variantes, ha sido similar. Obama no es la excepción; su política tiene tres principales fundamentos: reconocimiento y respeto del ascenso de China y sus legítimos intereses; insistencia en que ello se dé dentro de las normas legales internacionales; asegurar que el fenómeno sea estabilizado por el fortalecimiento de alianzas regionales y asociaciones.
La relación bilateral es razonablemente buena, cuando los chinos han cooperado con EU en los temas de Corea del Norte e Irán, mientras Taiwán ha sido una fuente de tensión, siendo el único tema en el que, en teoría, podría darse un conflicto. Hasta cierto punto, la provocativa venta de armas a Taiwán es factor preponderante de la tensión. Los irritantes temas de derechos humanos y el contencioso del Mar del Sur de China, no son obstáculo para la cooperación.
Los diversos desafíos provienen del “paso acelerado del ascenso de China en la pasada década y de su mayor rol en el mundo”. La idea de que el coloso asiático pronto suplantará a EU en su liderazgo mundial no tiene nada que ver con los hechos, ya que existe una sustancial brecha entre poder e ingreso per cápita.
La estrategia China se basa en desarrollo económico e integración, cuando el comercio bilateral ha alcanzado 450 mil millones de dólares al año, la “mayor relación comercial entre dos países en la historia de la humanidad”: emplea una táctica más sutil para contrarrestar eficientemente el dominio político-militar de EU mediante una integración de ambas economías.
A mediano plazo China no equiparará al poderío militar de EU, y por ello su gobierno desea desmontar la ventaja táctica de esa potencia creando una dependencia económica mutua casi total. Persigue crear un nuevo orden mundial en el que el conflicto militar de las grandes potencias se torne obsoleto por efecto de la integración económica.