Israel y Qatar, dos de los máximos aliados de los Estados Unidos en la región y promotores de la contrarrevolución de los movimientos sociales árabes, están tejiendo importantísimos lazos comerciales con China, cuya geopolítica en Medio Oriente parece no coincidir en absoluto con la de Washington.
La ofensiva contra Kadafi en Libia fue financiada con dinero y tropas qataríes sobre el terreno. Como también la operación conjunta con Arabia Saudí, que consistió en el envío de tropas a Bahréin para sofocar la revuelta que amenazaba a la monarquía de esta isla, en donde se encuentra estacionada la V Flota estadounidense a pocos kilómetros de Irán.
Además, de acuerdo con varios medios árabes, como por ejemplo la cadena televisiva libanesa Al Manar, el Mossad israelí financia con armas a los opositores sirios que intentan derrocar el régimen de Bashar al Assad.
Por otro lado, Pekín bloqueó en dos oportunidades –con Moscú– las resoluciones antisirias propuestas por Occidente y la Liga Árabe en la ONU. También tiene el peso de presentar un plan de paz para Siria, que llama al diálogo y que excluye la renuncia de Al Assad.
Sin embargo, la gira por Medio Oriente del primer ministro chino, Wen Jiabao, entre enero y febrero de este año, sentó las bases de unas millonarias inversiones e intercambio comercial, que superan cualquier controversia política que pudiese haber con respecto a Siria, Irán y la creación de un Estado palestino.
China comienza a moverse cómodamente en los tres ejes políticos de Medio Oriente: Israel, Irán y el CCG (Consejo de Cooperación del Golfo), que abarca a todas las monarquías árabes proestadounidenses de la Península Arábiga.
Coincidiendo con los veinte años de relaciones conjuntas, China e Israel acordaron la construcción conjunta del ferrocarril “Med-Red” (del Mediterráneo al Mar Rojo) a través del desierto del Néguev conectando las ciudades de Haifa y Eilat.
Israel, además, negoció la venta del excedente de petróleo y gas que se encuentra en la costa mediterránea, ya que la sed energética de China para continuar con su expansiva industria requiere de suministros situados en diversos puntos del planeta.
Las conexiones por ferrocarril permitirán la transferencia de gas de la costa mediterránea de Israel hacia el Mar Rojo, desde donde se embarcará a través del Océano Índico hacia China. Por su parte, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, aspira a que las relaciones comerciales con China se dupliquen y manifestó que Pekín puede reemplazar sencillamente el petróleo iraní. El jefe de estado de Israel hizo referencia al bloqueo occidental y árabe a la industria petrolera de Irán, del que China no tiene intenciones de formar parte.
Es imposible que Pekín acceda a bloquear a Irán, dado que el comercio entre ambos es de u$s45.000 millones frente a los 8.000 millones del comercio entre China e Israel. La alianza con Tel Aviv le permite a Pekín no sólo abastecerse de hidrocarburos sino que las nuevas rutas abiertas le van a otorgar a los productos chinos un paso desde el Mar Rojo hacia el Mar Mediterráneo, habilitándoles más fácilmente el mercado europeo y los Balcanes, evitando el congestionado Canal de Suez.
Con Qatar, el primer ministro chino firmó un acuerdo para construir una refinería en China, fabricar productos derivados del petróleo que el país árabe precisa, creación conjunta de proyectos de infraestructura y el aumento del suministro de gas natural qatarí hacia Pekín.
Por otro lado, China, en las pocas semanas que lleva transcurrido el 2012, consiguió además en Medio Oriente dos importantes logros. El primero consistió en que tanto Qatar como Emiratos Árabes Unidos (EAU) utilicen el yuan como moneda de cambio en lugar del dólar. La segunda victoria es la propuesta aceptada, también en EAU, de crear un organismo internacional que disponga de la facultad de determinar el precio del petróleo y que regule las políticas de toda la cadena de abastecimiento, abarcando a los países proveedores, e incluso a los de tránsito.
Esta última medida puede llegar a provocar un roce con Rusia, cuya manipulación del suministro y del precio de los hidrocarburos a nivel mundial constituye una de sus principales fortalezas geopolíticas.
Mientras tanto, los Estados Unidos en esta ocasión no se involucran directamente en el agitado contexto de Medio Oriente, ya que las restricciones presupuestarias y las recientes guerras de Irak, Afganistán y Libia han disparado el gasto militar.
Por eso, Washington utiliza a las potencias regionales, como Turquía, Arabia Saudí, Israel y ahora Qatar, para lograr imponer su política, mientras mueve sus piezas para un eventual enfrentamiento contra Irán. Qatar se transformó en una nueva potencia económica, política, mediática y militar regional y China lo aprovecha.
En tanto, los Estados Unidos pretenden contener a China en la región Asia Pacífico y en el Mar de China Meridional. Pero, las oportunidades económicas que brinda China a los tres ejes de Medio Oriente vuelven menos relevantes la pugna por el destino de las revueltas árabes, a pesar de que Pekín y sus interlocutores locales se encuentren en veredas opuestas.