Desde el año 2009 la crisis de deuda arrastró a la zona euro a su segunda recesión, pese al moderado crecimiento en Alemania y Francia. Se produce una recesión cuando se registran seis meses consecutivos de contracción de la actividad económica.
En el tercer trimestre, la producción económica en la zona euro, compuesta por 17 países, cayó un 0,1% (según datos difundidos por la oficina de estadísticas de la Unión Europea, Eurostat), tras un descenso del 0,2% en el trimestre anterior.
Estos dos trimestres de contracción llevan a una economía de 9,4 billones de euros (12 billones de dólares), que genera una quinta parte de la producción mundial, llevando oficialmente a una “recesión”.
Alemania y Francia, las mayores economías eurozonicas, fueron incapaces de salvar al bloque de una “nueva recesión”, pese a que ambos países lograron un crecimiento del 0,2% en el trimestre.
Países grandes como Italia, España y Holanda se contrajeron, mientras que la economía de Bélgica, un gran exportador, se estancó.
Millones de personas en Europa protestan contra los recortes del gasto público, que según responsables políticos de la Unión Europea, son decisivos para superar la crisis de la deuda, pero que a juicio de muchos son culpables de la contracción económica.
Ahora entran a una “nueva recesión”, resultado de la excesiva austeridad en los países del sur de Europa y de la falta de voluntad del norte para actuar.
La crisis que inició en Grecia a fines del 2009, aun reverbera en el mundo, conteniendo la recuperación de la economía global de la Gran Recesión del 2008/2009. Distante se ve un repunte.
A partir del estallido de la crisis global en 2007, las principales economías capitalistas reaccionaron lanzando programas de estímulo fiscal y monetario. Tales programas subestimaron la magnitud de la crisis y fueron insuficientes para frenar el deterioro.
Una de sus consecuencias fue el aumento o la generación de abultados déficits fiscales. Hoy la depresión continúa y el reclamo desde la derecha, es el regreso a la austeridad fiscal, que en Europa ha llevado al colapso económico a varios países.
Parece que la lección de 1937, está a punto de repetirse en Estados Unidos. En aquel año el presidente Roosevelt, cedió frente al reclamo de los que estaban preocupados por la inflación y la magnitud del déficit fiscal, y en el otoño de ese año, aplicó importantes recortes para encaminarse hacia un esquema de presupuesto balanceado. La presión devino del sector financiero, que considera a la inflación su peor enemigo.
Consecuencias: a mediados de 1938 la producción industrial cayó en un 33%, el ingreso nacional se desplomó 13% y el desempleo había aumentado en un 5% (más de 4 millones de personas engrosaron el índice de desempleados).
Roosevelt dio un golpe de timón y solicitó al Congreso un nuevo estímulo que permitió retornar a la senda de la recuperación. Poco después la economía estadounidense se enfrascó en un esfuerzo bélico sin precedentes acabando por eliminar el desempleo.
Sin embargo, la idea de que un estímulo fiscal podía desempeñar un significativo, preponderante papel en una economía capitalista se había establecido en el ámbito de la política macroeconómica.
En las últimas cuatro décadas, tal idea se ha visto atacada desde muchos ángulos. En el mundo académico, la teoría económica dominante, enseñada en casi todo el mundo, estima que un déficit fiscal provoca inflación y atraso económico.
Pero esa es la misma teoría que expuso, que los mercados financieros eran estables, eficientes y en cuyos modelos no hay cabida para las crisis.
Para los versados en el tema, actualmente es evidente que una política macroeconómica basada en la austeridad fiscal, está fundada más en creencias religiosas que en una teoría seria sobre el funcionamiento de una economía monetaria.
La más grave crisis global afrontada por el capitalismo en lo que va del Siglo XXI, requiere su permanente evaluación desde el rigor del análisis científico técnico, no sólo para observar su desenvolvimiento, si no para adentrarnos, con sentido de sociedad humana en las maneras y formas de superarla, un inmenso desafió desde el campo del socialismo de replantearnos quimeras que nos aproximen a las mismas.
*Diplomático, jurista, y politólogo