“Somos el hombre del hidrocarburo” afirmó hace algunos años el Doctor Mariano Marzo, catedrático de la Universidad de Barcelona en una Conferencia sobre Cambio Climático en la Universidad de Vigo, en donde demostró que el principal inconveniente de los energéticos en el mundo no es la materia prima que más utilizamos como motor para industria o para el crecimiento económico, sino que el mayor problema que tenemos yace en el modelo de consumo que prevalece en la idea capitalista de progreso.
Cada país de acuerdo a su grado de desarrollo tiene distintas intensiones en materia de energéticos: los países industrializados buscan mantener su bienestar social y propiciar el crecimiento económico mediante el uso directo o indirecto de los combustibles fósiles. Los países en desarrollo que cuentan con el recurso lo utilizan como moneda de cambio para adquirir bienes con cierto valor agregado, que no están en posibilidades de producir o en su defecto lo utilizan para fortalecer a las empresas que radican en su territorio.
Los usos de los hidrocarburos son amplios y nos han permitido construir estilos de vida más cómodos, pues nos posibilitan tener combustibles e insumos para la producción a costos accesibles, pero su elaboración daña de manera importante los recursos bióticos de nuestras naciones y la atmosfera que compartimos.
Desafortunadamente, “el hombre del hidrocarburo” no se ha dado cuenta de que el planeta es un sistema cerrado, que la contaminación provocada por nuestros errores afecta a todo el globo, que el derrame petrolero acontecido en Alaska en 1989 o el ocurrido en el Golfo de México en 2010 tienen consecuencias directas en la naturaleza y en la economía.
Algunos países con una ceguera sínica firmaron el protocolo de Kioto, pensando que podrían engañar al mundo respecto a su manera indirecta de contaminar, propiciaron el traslado de su industria hacia China, para aprovechar las ventajas competitivas del país asiático y de paso cumplir con su cuota de “bonos de carbono”, una simulación que les abre las puestas como naciones comprometidas con la salud del planeta, pero que de poco sirve al conocer ciertos indicadores que nos dicen que el gigante asiático produce aproximadamente el 25% de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que afectan al planeta.
Y China no es el único país que contamina de esta manera, pues comparte porcentaje con EE.UU., que es el país con mayor desarrollo en materia de investigación de biocombustibles, pero que también es el mayor consumidor de hidrocarburos. Estos dos países son la muestra más clara de la razón por la cual vivimos tan distanciados de un modelo económico sustentable: uno por su modelo de producción y el otro por su modelo de consumo, ambos son elementos que vergonzosamente ponen la pauta, dirigiendo los caminos del desarrollado hacia aquellos tenores.
No podemos acusar a los hidrocarburos por la contaminación que impera en el mundo, esto sería similar a culpar a una pistola por matar a un hombre, hacerlo es fijar nuestra atención en el objeto y no en la intensión.
De acuerdo con las proyecciones energéticas de la Agencia Internacional de la Energía si seguimos con la misma política energética que tenemos actualmente, en 2030 el petróleo, el gas y el carbón representarán el 80% de los insumos para producir energía. En esta cifra hay culpables y no sólo somos los ciudadanos, sino que existe una amplia responsabilidad gubernamental, porque el 88% de reservas probadas de petróleo y gas están en manos de compañías estatales.
El tema de los energéticos también es un asunto de seguridad nacional, el petróleo y el gas son insumos que dependen no solo de los caprichos del mercado, sino que responden a variables políticas muy determinadas: Los países con mayores reservas y mayor calidad en sus hidrocarburos se encuentran en regiones altamente volubles, delicadas y frágiles en términos políticos, por lo que depender de ellos compromete el desarrollo de unos a expensas de otros, cuya idiosincrasia está ampliamente pelada con la cosmovisión Occidental.
Esta es otra de las razones para inhibir el uso excesivo de estos hidrocarburos, sin embargo, a esta situación se salva el carbón, el cual se encuentra altamente distribuido en el mundo y cuya extracción es relativamente barata, su intensidad energética no lo hace la mejor opción, pero su disponibilidad le permitirá mantenerse como uno de los principales insumos para la producción de energía.
Parafraseando al Doctor Marzo “[…] para que una energía sea sostenible debe de ser económica, ecológica y debe tener facilidad para su suministro”. En este sentido, lo ideal sería producir energías alternativas con estas características, pero aún estamos lejos de alcanzar este objetivo.
No hay que olvidar que el problema de fondo no es el tipo de energía que utilizamos, sino nuestro modelo producción y consumo, que se sostiene sobre la idea de un desarrollo al estilo “americano”, el gran caballo de batalla para enfrentar este reto es transformar a nuestras sociedades en aras de impulsar la sustentabilidad, como dice el doctor Domingo Jiménez de Beltrán, quien fuera el primer director ejecutivo de la agencia europea de medio ambiente, “los países exitosos en el futuro, no serán aquellos que más energía utilicen, sino los que menos energía consuman”.