Aprender de los errores. De los males se pueden sacar bienes. Y, a grandes males, grandes remedios. Queda la esperanza de que esta crisis que nos azota, alguien aprenda a no caer en los errores y en triunfalismo del estado del bienestar. El estar bien, cuesta; y el estar muy bien cuesta mucho y en estos casos su mayor coste exige mayores desembolsos y s í las finanzas se mal aprovechan o se despilfarran, resultará que al final te lanzan al precipicio de la ruina.
Hay que aprovechar los recursos y creo en la existencia de personas con inteligencia suficiente para considerar hasta donde se puede llegar para que el gasto no supere a los ingresos, y no empecinarse en decir que es” dinero público” y no importa el gastarlo, como dijo una figura algún día y por tanto despilfarremos, que no es de nadie. No sé si alguien la corrigió y cuadró, haciéndole ver que esos caudales son de todos, de algunos más que de otros. Y me refiero al ganado con el sudor de la frente.
Pero “tirando con pólvora del rey” se han hecho y se harán muchas barbaridades y más cosas de las que no se para de hablar. Pero…no pasa nada. Parece que es el deporte nacional, como la escopeta de antaño. Hay gestiones catastróficas, por nombrar una, la enseñanza que parece el caballo de batalla. Nos perdemos en ideologías y en ciudadanías, y claro hay unas ciudadanías mejores que otras, como hay ciudadanos que lo pasan peor que otros. En esto ocurre como en todo.
El vivir como reyes no puede ser a costa del más débil. Y el presumir de estas diferencias es un insulto a la gente que lo está pasando rematadamente mal. A los que la crisis ha atacado duramente. O a los 5 millones que mueren por la hambruna. Y venga a volar millones y más millones en proyectos, que puestos a pensar, se me antoja que no sirven para nada. O sólo sirven para engordar cuentas corrientes, o para que algunos se queden con la boca abierta; tan abierta como cuando nuestros abuelos vieron los primeros aviones, o los indios “el caballo de hierro”.
Hay que sacar a la gente de la ignorancia y bajar del pedestal a estos grandilocuentes de los dineros públicos que siempre manejan “cuentas redondas”, y los de a pié ignoramos lo se queda en el camino.
Siempre igual, y seguimos sin perseguir la mentira y el fraude. O el robo.