El sobrepeso es la quinta causa de muerte en el mundo. Cerca de 2.8 millones de personas mueren cada año como consecuencia de la obesidad o sobrepeso. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado que, si no se toman medidas, más de 1.500 millones de adultos padecerán sobrepeso en 2015.
El desequilibrio energético entre las calorías consumidas y las calorías gastadas es la principal causa de obesidad. Los alimentos hipercalóricos, ricos en grasas, sal y azúcares, han sustituido a los alimentos ricos en vitaminas, minerales y otros nutrientes esenciales para el buen funcionamiento del organismo. Consumimos más calorías pero no hacemos más ejercicio. Las nuevas formas de desplazamiento, la creciente urbanización junto con el carácter sedentario de muchos trabajos han propiciado la disminución de la actividad física. Como resultado de este desequilibrio se produce un aumento de peso con serias consecuencias para la salud.
La acumulación de grasa en el cuerpo es un importante factor de riesgo en la aparición de otras enfermedades. Problemas cardiovasculares, diabetes, trastornos en el aparato locomotor, y algunos tipos de cánceres están asociados de manera directa con el aumento del Índice de Masa Corporal, indicador que determina la relación entre el peso y la talla en los adultos.
Tanto la obesidad como el sobrepeso se relacionan con el nivel de ingresos, pero su incidencia ha aumentado también en las personas con pocos recursos y en países empobrecidos. La falta de recursos impide que millones niños reciban una alimentación adecuada para su crecimiento. Los alimentos hipercalóricos -bollería industrial, comida rápida o platos precocinados-, se convierten en la base nutricional de muchos de estos pequeños. Productos de baja calidad con altos contenidos en grasas y azúcares, sustituyen a los alimentos frescos y ricos en nutrientes. Debido a su bajo coste, la comida basura es más que una alternativa para millones de personas sin recursos.
Los malos hábitos alimenticios, la escasa actividad física, junto con la falta de recursos son las principales causas del aumento de la obesidad y el sobrepeso a nivel mundial. La OMS afirma que la falta de políticas de apoyo en sectores como la salud, la agricultura, el transporte, el planteamiento urbano, el medio ambiente, el procesamiento, distribución y comercialización de alimentos, y la educación ha facilitado el asentamiento y propagación de estas enfermedades. Tanto la obesidad como el sobrepeso, así como sus enfermedades asociadas, pueden prevenirse. Tomar medidas a nivel individual se torna indispensable para evitar estragos en la salud, pero también es necesario una estrategia y política global para su prevención y control.
“Somos los que comemos”, reza un dicho popular. Cada vez que elegimos los alimentos que vamos a consumir elegimos un estilo de vida, un estado de salud. Apostar por frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, o frutos secos, frente a productos prefabricados o industriales con excesos de grasas saturadas y azúcares refinados, es sinónimo de apostar por nuestro bienestar. Una alimentación equilibrada junto a una actividad física periódica es la mejor medicina contra el sobrepeso.
Sin embargo, la responsabilidad individual termina cuando no es posible acceder a un modo de vida saludable. El compromiso político y la colaboración de entidades públicas y privadas es esencial para establecer unos hábitos alimenticios saludables, asequibles y accesibles para todos. En este terreno la industria alimentaria juega un papel determinante.
Se trata de poner en práctica una comercialización responsable en la que se promueva el consumo de alimentos frescos y saludables; se asegure el acceso a alimentos sanos y nutritivos a todos los consumidores; y se limite la promoción y publicidad de productos industriales con altos contenidos en conservantes, grasas y azúcares, es responsabilidad del negocio de la alimentación.
No es innocuo nuestro estilo de vida, cada vez más consumista y más sedentario. La obesidad y el sobrepeso se han convertido en una epidemia a nivel mundial que se salda con millones de vidas cada año. Frenar y controlar la propagación de estas enfermedades requiere un cambio en nuestro entorno social y cultural. Para recuperar un estilo de vida saludable, en el que la alimentación sea equilibrada y el ejercicio sea una actividad habitual, es necesario educar. Educar en la importancia de nuestras elecciones, de nuestro bienestar y nuestra salud.