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actualizado 15 de enero 2013
Efectos secundarios del fracking
Los ecologistas, preocupados por el impacto del proceso en acuíferos y la calidad del aire
Por Gustavo Adolfo Vargas
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“Fracking” es un término anglosajón relativo a la técnica de fracturación hidráulica para la extracción de gas no convencional. Consiste en la remoción de gas natural mediante la fragmentación de la roca madre (pizarras y esquistos).

Numerosos ingenieros y especialistas energéticos saben que gran cantidad de gas natural se encuentra alojado entre las láminas o capas en esquistos que datan del periodo devónico (hace 400 a 360 millones de años).

Divergente a yacimientos tradicionales, el gas es concentrado en bolsones relativamente fáciles de explotar. El gas de los esquistos yace disperso a lo ancho y largo del espacio entre las rocas.

El problema es extraerlo facilitando el flujo de las pequeñas burbujas de gas atrapadas entre láminas esquísticas, se utiliza dicha tecnología, permitiendo el flujo del gas hasta donde es recolectado. El desarrollo no convencional del gas de esquistos combina tres tecnologías.

Primera, perforación direccional, usando sistemas para penetrar en los laterales de los esquistos situados a unos dos o tres kilómetros de profundidad. Sólo esta técnica permite acceder a los espacios entre las láminas para la extracción.

Segunda, bombeo para inyectar enormes volúmenes de líquidos a una extraordinaria presión que permita fracturar la roca. El material irrigado incluye arena, dado que sus granos abren las fracturas facilitando el flujo del gas. El volumen de agua requerido por pozo oscila entre los 8 y los 30 millones de litros, dependiendo de la geología. La presión requerida puede alcanzar hasta las 10 mil libras por pulgada cuadrada.

Tercera, un sistema que lubrica el líquido usado en la fractura hidráulica. Ante la necesidad de reducir la fricción del agua para inyectarla a grandes volúmenes y fuerte presión en ductos que recorren enormes distancias, haciéndose indispensable encontrar los mejores lubricantes de líquido e inhibidores de corrosión, estabilizadores y sustancias letales para microbios. Ciertas de estas sustancias son reconocidos agentes carcinógenos. La lista es amplia lo cual permite pensar en migraciones y combinaciones químicas de mayor toxicidad.

Empero, el problema no termina aquí. Aunque la mayor parte de estas sustancias es recuperada (y supuestamente vuelta a utilizar), una vez concluida la perforación y extraído el gas, existe el retro-flujo del material inyectado que retorna a la superficie con hidrocarburos líquidos como tolueno, xileno y etilbenceno. Todos estos elementos suponen un serio riesgo para los acuíferos situados por encima de la capa de esquistos.

En Estados Unidos, la cantidad de gas natural en esquistos fue presentada por el Presidente Obama como reserva energética similar a la que tiene Arabia Saudita de petróleo, la cual aseguraría la independencia energética hasta por cien años.

El lobby de la industria del gas natural, sostiene que este recurso reducirá las emisiones de gases de efecto invernadero. La explotación a escala comercial de gas de esquistos en Estados Unidos, conlleva inaceptables riesgos ambientales y para la salud.

Sin embargo, lo que es importante valorar es su efecto acumulado máxime si se considera que se necesitan cientos de miles de pozos para desarrollar un yacimiento. Quizás lo fundamental es que el gas natural producido con fracking agrava el problema del cambio climático.

En el transcurso del ciclo de esta operación, se liberan grandes cantidades de gas natural, primordialmente metano, con efecto invernadero mucho más potente que el CO2. Sus filtraciones en la extracción, transporte y distribución de gas natural son significativas. Solo este dato aislado ya debería provocar mayor previsión.

El fracking tornará más lenta, si no imposible, la transición a fuentes renovables de energía al consolidar un perfil energético basado en combustibles fósiles. El gas de esquistos existe en muchos países del mundo, ya se advierte un gran movimiento para extraerlo. Inyectar a la atmósfera el CO2 contenido en esos depósitos de gas en las próximas décadas conducirá a un cambio climático más drástico.

Consecuentemente, la temperatura global no se mantendrá en el rango del equilibrio ambiental razonable, es importante tomar conciencia que el fracking significará la debacle para las esperanzas de edificar un régimen sobre cambio climático.

Los ecologistas, preocupados por el impacto del proceso en acuíferos y la calidad del aire, han pedido más supervisión, lo cual demanda un radical cambio en política energética para que ese recurso permanezca en el subsuelo.

* Diplomático, jurista, y politólogo

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